Tino Pertierra

Crítica

Tino Pertierra

El río de la vida

Bellísimo poema visual sobre una historia de amor en plena lucha entre modernidad y tradición en la India

Masaan no tiene nada que ver con Bollywood. Está en las antípodas. Y pronto queda claro por qué, desde esa escena en la que se escucha el sonido de una película porno en el ordenador de la joven protagonista para advertirnos de que vamos a ver una historia en la que la India tradicional, con sus corsés de todo tipo, se cruza con otra India que intenta abrazar la modernidad no solo en las formas (la gente se comunica por Facebook, tiene teléfono móvil...) sino también en el fondo: hay una denuncia explícita de la corrupción, se critica abiertamente el oscurantismo en las costumbres sexuales, el machismo es el plan nuestro de cada día y la pobreza está ahí sin maquillarla como hace Hollywood cuando cuenta historias de allí, aunque tampoco se regodee en ella.

Es, ante todo, una historia de amor en tiempos difíciles, con obstáculos que lo ponen a prueba y que parte de una situación desesperada: la protagonista se cita con su novio en un hotel de mala suerte a escondidas pero en pleno acto sexual (nada explícito) irrumpe la policía. Mientras ella es humillada sin piedad, el muchacho toma una decisión brutal de consecuencias dramáticas. Masaan, crematorio o pira funeraria en español, pone al día en cierto modo la historia de Romeo y Julieta en un escenario que proporciona muchas oportunidades para el lucimiento estético, aunque sin caer nunca en la postal o el exotismo superficial: Benarés, la ciudad sagrada en la que cada día son incinerados cientos de cuerpos, con el río Ganges omnipresente. Dos seres de castas distintas unidos por un sentimiento irremplazable y separados por tradiciones milenarias que se oponen a semejantes engarces. Estamos ante un núcleo duro cinematográfico de inocencias rotas, humanidades corrompidas, sueños chamuscados y morales en entredicho. Etapas de la vida (desde la infancia a la vejez) para componer un mosaico visualmente espléndido (y sobrecogedor en algunos momentos) al que solo se le puede reprochar o un desenlace algo mustio y una Richa Chadda que no siempre acierta en un papel muy difícil donde se mezcla la debilidad con la culpa, el miedo con el deseo, la rebeldía con la incertidumbre. Pero quedémonos con lo bueno y muy bueno de este prometedor debut en el largo de Neeraj Ghaywan, sin duda uno de los puntales del nuevo cine indio. Malaan es una película que regala instantes inolvidables donde el romanticismo se mantiene lejos de la sensiblería y en la que se retrata el mundo de la infancia de forma admirable y, por qué no decirlo, conmovedora.

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