Hay en The Diary of a Teenage Girl un evidente aire de familia, una serie de elementos inequívocamente "indies", que orienta la mirada desde sus primeros fotogramas, desde esa frase exhibicionista con la que la protagonista abre su diario. De hecho, en el filme de Marielle Heller, se percibe nítidamente la influencia de filmes como American Splendor o Juno. Mas la joven cineasta logra dotar a la que es su primera película de una inequívoca personalidad, gracias principalmente a la honestidad con la que es capaz de tratar un tema tan espinoso como el despertar sexual de una adolescente y sus relaciones con un adulto.
Eludiendo articular una visión moralista o un retrato victimista, Heller asume plenamente el punto de vista de la adolescente, y trata de recoger la confusión, la inseguridad y el deseo latente de la chica. Una premisa análoga a la que ensayó otra película vista en Gijón años atrás, Fish Tank, pero que The Diary of a Teenage Girl logra cuadrar mejor gracias a su tono ligero y la complicidad de una protagonista, Bel Powley, magnífica en su desempeño y cuya apariencia, de limitado atractivo, la aleja con acierto de los cánones de una "Lolita" al uso.
El casting, de hecho, es brillante. Kristen Wiig borda su papel de madre inmadura y Alexander Skarsgård resulta creíble como novio de ésta (y superado amante de su hija). Mención aparte merece Christopher Meloni, que traza un memorable expadrastro pelmazo.
Pero la clave del filme, decíamos, es el punto de vista. El situarse del lado de su protagonista hasta las últimas consecuencias. Algo que permite sobrellevar el empalagoso estilo visual del filme y cierta arritmia narrativa: lo importante es el viaje de esa quinceañera que ansía el contacto físico, aunque eso la lleve a perder la virginidad con el novio de su madre.
Una aventura que los espectadores del certamen gijonés vieron en riguroso preestreno, ya que el filme, y esto es impropio de un festival de este calibre, llega precisamente hoy a las salas españolas.
