La OSPA, en plenitud sinfónica

Nuevo programa de la Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA) y éxito renovado para una orquesta que atraviesa un momento sinfónico de plenitud. Esta semana, la OSPA presentó, en Gijón y Oviedo, "Cantos de pleamar", obra de Antón García Abril de 1993, que requiere una sensibilidad sonora casi mística en la interpretación confiada a la cuerda. La naturaleza y sus fenómenos, que sobrecogen, en un acto contemplativo del ser humano. Este es el punto de partida de una obra donde movimiento y color sonoro se articulan con libertad para conseguir un efecto hipnótico, que transformó el ambiente del Auditorio de Oviedo. Rasilainen lo tuvo en cuenta, en una interpretación que pareció dibujar las curvas caprichosas del oleaje, con momentos de reposo de especial belleza sonora, y especialmente, el viernes, desde la parte central de la obra.

Esta semana recibimos, junto a la OSPA, a un nuevo solista al piano, que sin duda sorprendió al público con su interpretación. Bavouzet protagonizó un "Concierto para piano nº 17, en sol mayor K. 453" de Mozart que llevó a su terreno, con una sensibilidad especial y variedad de toque, pero con licencias que pueden ser discutidas, especialmente en la interpretación de la cadencia, poco adecuada, del primer movimiento. También alejado de Mozart siguió el movimiento "Andante", con Bavouzet siempre atento a los diálogos con la orquesta -bravo, las maderas-, con fraseos exquisitos, para recrearse en los giros armónicos. El Mozart más luminoso, y también más depurado, se vio en el último movimiento. La propina era esperada, en su estilo, los Reflets dans l'eau de Debussy.

Sin duda, la segunda parte del concierto trajo lo mejor de la velada, con una versión de la "Quinta" de Chaikovski espléndida, con la batuta de Rasilainen. Al igual que en la "Sinfonía nº 4" del ruso, cruza esta "Quinta" el tema de la fatalidad del destino, de forma menos dramática, pero igual de persistente, de sombrío. Sentimientos encontrados en una magna arquitectura, que llega directa al corazón del público, por su lirismo y contenido armónico. Rasilainen extrajo, con determinación, toda la esencia emocional de la obra, en una visión amplia de la sinfonía, que tuvo una respuesta sobresaliente por parte de la OSPA.

Así, disfrutamos de una versión plena, diáfana en su evolución, con esa maravilla de maderas iniciales -en especial, el clarinetista Andreas Weisgerber-, y la cuerda, expresión de serenidad y lucha desde el "Andante" inicial. Resignación y destino se enfrentan en el siguiente movimiento, intenso y voluptuoso, lleno de tensiones contenidas, desde el bello tema de la trompa con matiz sentimental, a cargo de Miguel Ángel Martínez. El vals siguiente fue la vía de escape, con delicados detalles en la orquesta, y su dulzura interrumpida, para el intenso movimiento final, con un control de fuerzas y volúmenes magnífico, en un orgánico sonoro pleno de dualidades, de contrastes, para el cierre en una explosión de energía.

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