Música / Crítica

Hechizo sonoro

No es la primera vez que se programa el "Pierrot Lunaire" de Schoenberg en Asturias, pero sí suena a noticia -aunque no debiera de ser así- cada vez que tiene cierto protagonismo la música del siglo XX en Oviedo. Y más concretamente de inicios del siglo pasado, por aquello de si podemos aún llamar a obras como "Pierrot Lunaire" música contemporánea. Esto se comentaba el jueves a la salida del concierto de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA) en el Museo de Bellas Artes de Asturias. En cualquier caso, hay que celebrar la iniciativa, y más su acogida, pues muchos se quedaron a las puertas veinte minutos antes del concierto, asomados a la sala, de aforo no muy amplio, desde el piso superior. Por eso, quizá podría haberse planteado programar dos pases, aun en diferentes días, de esta obra clave en el desarrollo de la historia de la música, teniendo además en cuenta la duración de la obra, de unos cuarenta y cinco minutos.

Entre los cuadros del pintor Paulino Vicente se produjo el hechizo sonoro, con el conjunto reducido de músicos de la OSPA (más el violonchelista Maximilian von Pfeil) y la voz de la soprano Anna Davidson. Todo un descubrimiento. La que escribe no tenía referencias de esta cantante, a la que sin duda habrá que seguir la pista. Bajo el hechizo, Davidson guardaba parecido con la retratada Pilar Sierra en 1926, por tanto catorce años después de que viera la luz la obra de Schoenberg. Y esto en conexión con la conferencia previa de la musicóloga María Sanhuesa, "Pierrot Lunaire, la actriz y el pintor de sonidos".

"Pierrot Lunaire" es la obra del "compositor solitario", que con su individualidad se rebela de la masa informe y de la tradición artística. Una obra que supuso una fractura en la historia del arte musical, con una música difícilmente identificable que señalaba, en suma, el camino de una nueva comprensión de la realidad, a través del payaso blanco enamorado de la luna, que tuvo tanto éxito entre artistas e intelectuales del siglo XX. Como explicó Sanhuesa, Schoenberg quedó entusiasmado con el ciclo de melodramas del "Pierrot Lunaire" del poeta simbolista Albert Giraud, que la actriz Albertine Zehme quería llevar a escena. La obra nos sumerge en el nuevo rumbo de la música de Schoenberg, superado el sistema tonal tradicional, en una época de efervescencia creativa previa a la Primera Guerra Mundial. Son tiempos de incertidumbre y angustia.

Davidson fue esa hechicera del melodrama, de la melodía hablada ("Sprechgesang"), que implica en esta obra un uso novedoso de la voz, nada sencillo de interpretar, según las inflexiones del habla y las curvas de las frases, de efecto intenso. La palabra hecha música, en una obra rica en imágenes, muy sugerentes, algunas terroríficas, otras más ligeras, todo envuelto en un humor oscuro, hiriente. Cada melodrama fue como un microuniverso, donde la música tornó los acontecimientos y sensaciones, intensificando las esencias individuales de los instrumentos. Todo ello lo tuvo en cuenta Rossen Milanov: desgarro, precisión, profundidad, al frente de un grupo de maestros que ofrecieron una interpretación de elevado nivel. Bravo.

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