Crítica

Silicon Valley Ballet pone en marcha la Danza

El grupo californiano inaugura el festival con tres segmentos de danza y lo concluye invitando al público a bailar

El Festival de Danza Oviedo 2016 nos ofrece la posibilidad de disfrutar de seis compañías con diferentes estilos e intenciones. Será una pequeña muestra de lo que pasa actualmente por el hermoso mundo de la danza. El primer grupo en participar fue el Silicon Valley Ballet, dirigido desde hace dos temporadas por José Manuel Carreño que siguió la función sentado en el patio de butacas. El cubano fue un gran bailarín que perteneció muchos años al American Ballet Theatre. En 2004 triunfó en el Campoamor bailando con Tamara Rojo. Aquella fue una de las mejores galas que he visto en mi vida. Carreño estuvo colosal en el "pas de deux" de "El Corsario". Precisamente la función del "Silicon" comenzó con ese emblemático "pas de deux" que requiere contar con intérpretes de envergadura capaces de vencer inmensas exigencias técnicas. Lo interpretaron dos componentes del cuerpo de baile, aún un poco verdes, si bien, Yuto Ideno, lo solventó con buena nota, destacando en sus elevados "jetés" y piruetas. Chloé Sherman tuvo imprecisiones, pasando apuros en los "fouettés".

La noche se compuso de tres segmentos con diferentes géneros de danza. El primero fue "El Corsario", en el que se utilizó el lenguaje clásico. El segundo corresponde a los dos trabajos que ocuparon el centro de la función. "Glow-stop", coreografiado por Jorma Elo, con música de Mozart y de Philip Glass. Y "Prism" de la coreógrafa Annabelle López Ochoa, con una conocida composición de jazz de Keith Jarrett. La característica que poseen en común es el baile abstracto. En "Glow-stop" el grupo empieza con gran energía y velocidad para acabar con varios dúos que acumulan mímica y gestos con los brazos. En "Prism" los bailarines se deslizan con gráciles movimientos para después modificar el ritmo drásticamente. Entonces se recurre a poses más dramáticas. Tanto una como otra pieza emplean el ballet moderno con abundantes expresiones de vanguardia. Ambas se ven con agrado, aunque carecen de un especial interés. La joven formación californiana, en su primera gira europea, se esmeró en una noche en la que predominó el trabajo colectivo.

Se concluyó con un divertimento, "Minus 16" (nada que ver con todo lo anterior) del israelita Ohad Naharin que ya se representó aquí hace tres años. Se compone de una serie de cuadros sin conexión ninguna en las que se maneja el humor, la parodia y la trivialidad. Es un cajón de sastre donde casi toda vale. Los bailarines ejecutan movimientos comunes sin ninguna exigencia técnica, apelando a todos los recursos de movimientos corporales. La música va desde la clásica al mambo. Al final se invitó al público a bailar por lo que algunas personas subieron a compartir escenario con los bailarines.

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