Érase una vez en Hollywood...

Una comedia nostálgica con el sello de los Coen y con momentos antológicos sobre el fin de una era del cine

Una película y un gobierno señalaron el principio del fin de una época. Con "La puerta del cielo" (1980), de Michael Cimino y el mandato de Jimmy Carter se iba certificando el epílogo del sistema de estudios y, a un tiempo, del comunismo soviético. Ambos, en paralelo, dejaron de significar algo con la aparición del neoliberalismo, y la externalización, y la minimización de riesgos, y la globalización, y el consumismo, y el individualismo. Ambos, uno al servicio del pueblo ruso, sin estar realmente al servicio del pueblo ruso, y otro al servicio del pueblo norteamericano, sin estar realmente al servicio del pueblo norteamericano, poseían un sentido de comunidad muy arraigado que se desmoronó con la llegada de Reagan y de Spielberg y "E.T.".

El señor Mannix (Josh Brolin) está cansado de trabajar de hombre para todo en los Capitol Studios de Hollywood durante los cincuenta, su momento de esplendor. Desde controlar las producciones de la casa hasta la vida sexual de los actores a sueldo. Y por el medio, lo demás. Cuando le ofrecen trabajo en Lockheed, la multinacional industrial, el jefazo con el que tiene la reunión le recuerda que el cine morirá, que la televisión es el futuro.

En ese momento se podría condensar la historia de "Ave, César", una comedia nostálgica y con el sello de la casa que sirve para certificar el entierro de una era. También muestra cómo las ficciones se pelean entre ellas en momentos antológicos: representantes de todas las iglesias se reúnen para evaluar si la película sobre Cristo, que está en producción protagonizada por Baird Whitlock (George Clooney), respeta su figura. Las divergencias entre unos y otros, (¿es Cristo, Dios?, ¿se puede decir que sea Hijo de Dios?) van creando pequeños mosaicos donde se puede leer "Ave, César" mucho más allá de lo que parece.

El secuestro de Baird Whitlock por parte de unos guionistas comunistas de listas negras atrae finalmente el plano general de lo que quieren contar los Coen con su tono habitual: una Historia que ya es historia, un mundo que no solo no va a volver. Está arrasado por el tiempo y la sociedad de consumo. Al oírlos reírse, enamorarse o trabajar, a aquellos seres humanos como nosotros, hechos hace cien años, hoy parece que fuesen alienígenas.

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