El horror y el olvido

Hay en Remember una escena que vale por toda la película. Transcurre en la casa de un policía neonazi, su perro y un anciano que se ha orinado encima. Ahí invirtió todo su menguante talento Atom Egoyan: unos minutos tensos, incómodos, brutales, amargos y despiadados, y que dan además (vaya puntería tiene el señor, ¿por qué?) pistas sobre la gran "sorpresa" final, que, una pena, se ve venir de lejos a poco que uno recuerde El sexto sentido.

Si el resto estuviera a esa misma altura estaríamos ante una obra maestra. No lo es. Ni de lejos. ¿Qué fue del director de El liquidador, Exótica y Dulce porvenir? ¿Lo secuestraron y pusieron a un impostor en su lugar? Después de Ararat (2002, ya llovió) ha hecho películas cada vez peores, tocando fondo con las horribles Cautivos y Condenados. En ese sentido, Remember aporta algo de esperanza: aparte de esa extraordinaria secuencia tiene otros momentos convincentes (la compra de una pistola en una armería pidiendo al dueño que le escriba las instrucciones, cierta interpretación al piano, la conversación con el agonizante homosexual), aunque gran parte del mérito haya que dársela a un Christopher Plummer fabuloso. Lo malo de esta especie de cruce entre Memento y Los niños del Brasil es que Egoyan se limita a liquidar una historia prometedora con una alarmante falta de estilo y la rutinaria corrección de un director del montón.

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