Tino Pertierra

John Lennon te puede cambiar la vida

Una amable, amena y previsible comedia dramática agitada por un Pacino arrollador como cantante

Para disfrutar debidamente Nunca es tarde (en fin, demos por bueno el título español al poco original Danny Collins) hay que montarse en un auto de fe y creerse que el bueno de Al Pacino (bueno cuando quiere, pesadísimo y pasadísimo cuando el director de turno le deja actuar a sus anchas) es un cantante exitoso y tirando a hortera. Si rellenamos esa casilla (cosas peores hemos hecho, como aceptar a Marlon Brando como mexicano de compañía revolucionaria), la película (a la banda sonora hay que darle de comer aparte) es confortable y amena, sin grandes aciertos que la hagan importante pero sin errores garrafales que inviten a escapar de ella. Y Pacino se divierte y divierte como artista que ya no disfruta de sus decorativas amantes ni de sus posesiones ni de su oficio (casi una confesión de su propia carrera como actor). Después de tantos años haciendo lo mismo la creatividad no existe y sólo queda salir a escena a cantar lo de siempre a un público femenino que le sigue desde la adolescencia y que ahora ya navega por la madurez. Cuando irrumpe en su vida un hecho del pasado que le obliga a replantearse todo lo vivido y por vivir, el cantante fieramente domado se pasa en seco e intenta reinventarse a la par que lucha por arreglar los rotos de su vida personal con un hijo al que nunca hizo caso y que ahora? No digamos más. Tampoco vale la pena porque el argumento es tan manido que nadie se esfuerza por disimularlo. Ni siquiera vamos a enfadarnos por esa teoría penosa según la cual para ganarse el afecto de tu familia hostil no hay nada como tener una fortuna para comprar el perdón y el afecto por la vía rápida de la chequera. Lo que importa es el trabajo de Pacino con sus aires de divo a medio camino entre el entusiasmo forzado y la amargura disimulada, y sus encuentros con una Annette Bening que hace que un personaje simplón no lo parezca, y algún momento brillante, como esa escena terrible en la que el cantante va a estrenar ante su público sus nuevas canciones, totalmente distintas al estilo que le hizo famoso, y termina cantando sus viejos hits ante la presión de las espectadoras y la mirada atónita y decepcionada de los que esperaban su renacer. Ah, y como está en la cartelera por partida doble, no olvidemos la presencia de Christopher Plummer en unas pocas pero intensas escenas.

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