Mirador de sombras

Sorprendidísimo

Sobre la limpieza del callejero que borra a "traidores y a creadores de obras perversas"

Acostumbrados a admitir como dogma que los intelectuales eran progresistas y revolucionarios por naturaleza y las vanguardias de las luchas obreras (y a los que por excepción no lo eran, venía Neruda con la rebaja y les dedicaba delicados epítetos del tipo de poetas lunares, rilkistas, vendidos, etcétera, o Cernuda llamando traidores a los de la Generación del 98, salvo a Machado, cuando aquellos señores eran burgueses conservadores, y de haber algún traidor entre ellos lo sería el mencionado Antonio Machado, desclasándose con su espeluznante discurso a las JJ SS), uno queda sorprendidísimo de la labor justiciera e higiénica del Ayuntamiento de Madrid, que está descubriendo a muchos quintacolumnistas emboscados en el callejero de la ciudad. De manera que no era oro todo lo que reluce y el recurrido tópico del "agitprop" de que toda la intelectualidad española y mundial estaba contra Franco va a resultar insostenible después de la limpieza del callejero, borrando a traidores y a creadores de obras perversas y antisociales por gente más de fiar, como Nelson Mandela, quien, la verdad, no sé qué pinta en este entierro. La política "progresista" de eliminar cualquier vestigio del pasado que no le resulte favorable o adaptable, se basa en el principio irrefutable de quitar a un enemigo para poner a un amigo o afín, aunque la desproporción alcance altas cotas de ridículo, pues no se puede comparar ni intelectualmente ni por su proyección política a don Juan Vázquez de Mella con el concejal Zerolo. Lo siento, pero en la comparación sale perjudicado Zerolo.

Durante ochenta años se han enarbolado las figuras trágicas de García Lorca el asesinado, Antonio Machado el desterrado, Miguel Hernández el encarcelado, sin que se recordaran, si no es muy tímidamente, a otros asesinados como Maeztu, Muñoz Seca, Hinojosa, Manuel Bueno, etcétera. Desde luego que el teatro de García Lorca es superior o de otro tipo que el de Muñoz Seca y la poesía de Machado y de Hernández más importante que la de Hinojosa, asesinado cuando apenas había desarrollado su obra. Con estas menciones me limito a recomendar prudencia y a no buscar revanchas cuando los abuelos o bisabuelos de los revanchistas no fueron precisamente unos santos. Pero de acuerdo con ese espíritu cainita y policial, ya se ha descubierto a multitud de intelectuales que en la última guerra civil no parecían muy conformes con aquella benemérita república a la que, extrañamente, pretendieron derribar en 1934 y en 1936 los que hoy tanto la añoran, y así se le ajustan cuentas a Enrique Jardiel Poncela por haber dicho que aquella república era una "memocracia", a Miguel Mihura por haber dirigido la revista humorística "La ametralladora", y ahora le llega el turno a Gerardo Diego, a quien, en su día, el inevitable Pablo Neruda asestó, a él y a Dámaso Alonso, un verso feroz. A los que en 1939 no pudieron fusilar porque habían ganado la guerra, ahora los condenan al olvido. Aunque a causa de tanto jacobinismo "del callejero", la alcaldesa Carmena pidió moderación, no sea que de seguir por estos rumbos se incluya en la lista negra también a Gonzalo de Berceo porque se descubra que el "vaso de bon vino" que pedía procedía de alguna botella con la etiqueta de "Arriba España" como las que se veían en algunos bares "ultras" hace unos años.

Compartir el artículo

stats