Crítica / Música

Ko?ená, rojo púrpura de Chequia

Andrea Marcon dirigió desde el clave una joven y académica formación de sus alumnos basilienses

Sólo "La Ko?ená" es capaz de cantar Claudio Monteverdi (1567-1643) desde la pureza del barroco, vestirlo sin problema de Marko Ivanonic (1976) sacando la escena a la escena, y mantener expectante a todo el auditorio con una obra de Luciano Berio (1925-2003) de hace cincuenta años que sigue provocando, antes de seguir asombrándonos con tres personajes en uno, escenografía incluida, El combate de Trancredi y Clorinda, con el italiano Andrea Marcon dirigiendo desde el clave una joven y académica formación de sus alumnos basilienses, ocho músicos (dos violines, viola doblando flauta, viola de gamba, violín, laúd y tiorba -guitarra barroca la primera parte- más otro clave) ideales para este sorprendente y pasional concierto del auditorio.

Obras todas para paladear donde "La Cetra" se marcaba unos números instrumentales de los también jóvenes barrocos Ucellini, Merula o Marini con criterios hoy asentados (Harnoncourt ya es eterno) antes de las apariciones de la mezzo nacida en Brno (1973), pasional Ottavia de "L'Incoronazione di Poppea", registros completos en Disprezzata Regina y Addio Roma!, presencia vocal y escénica, parafrasear "La rosa púrpura del Cairo" saltando del blanco y negro al color, del "Lasciatemi morire" al "Arianna tiene un problema", de Claudio a Marko en obra de encargo sobre texto de Rinuccini y Havelka (director de escena en la segunda parte), haciendo cómplices arriba y abajo, retomar al "padre barroco" y quedarse sola tras la Sonata XV a quattro de Castello finalizando la primera parte con Sequenza III para voz femenina (1966) con poema de Markus Kutter del todavía vanguardista Berio. Porque Magdalena Ko?ená hace natural su canto, amplísima paleta de matices y técnica sobrada para enamorar con una emisión dulce y clara, de personalidad arrolladora que se cree y hace creíbles, además de cercanos, 50 o 500 años de esta música atemporal con un dominio y aplomo totales en plena madurez. Sumemos el acompañamiento de igual calidad con Marcon maestro, especialista y músico completo (nos "rescató" la Clementina de Boccherini), "La Cetra" mudó en cetro de la reina Ko?ená.

Adelantar la caja acústica ayudó a sonoridades y cercanía ideales más si cabe para escenificar "Il combattimento di Tancredi e Clorinda", increíble libro octavo de los madrigales guerreros y amorosos (Monteverdi) que la mezzo, ataviada de romano, jugó a pares con espadas y cascos de penachos diferenciados igual que sus registros y atrezzo, del cruzado Tancredi a la amazona Clorina y el propio narrador, permutas de posiciones ayudadas por una iluminación mínima de Pondlíek más que suficiente, con "cetro" a la derecha, verdadero ropaje para un esfuerzo vocal cercano a los tres cuartos de hora, casi uno por personaje, ante el asombro y disfrute de todos, una voz de las que no abundan hoy en día, muriendo voz y luz. Madrigal pletórico de propina, lógicamente Monteverdi: "Sì dolce é 'l tormento", puente renacentista al barroco siempre actual.

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