Crítica

Luces, lucimiento

Una emotiva ceremonia de entrega de los galardones de la lírica

La gala de los Premios Líricos Teatro Campoamor, de carácter nacional, celebró su gala con dirección de escena de Joan Font Pujol. Fue un continuo acierto en la dinámica conductora del acto, en la que se intercambiaban trucos de ilusionismo entre cada uno de los premios que se fueron entregando, con lo que se consiguió, por un lado, mantener la curiosa atención de los espectadores y, por otro, hacer que la entrega fluyera, sin demasiado encorsetamiento. Como telón de fondo permanente un maestro pastelero se afanó de principio a fin para dar forma última a la tarta que finalmente se levantó como cierre. Un cocinero abrió la temporada de la OSPA y un pastelero inició y cerró esta misma gala. En los años noventa se decía aquello de diseñas o trabajas, hoy lo de diseñar se podía sustituir por lo de cocinar, ya que este oficio ha adquirido un protagonismo mediático sin parangón, sobrevalorado en la mayoría de los casos. La orquesta Oviedo Filarmonía, el coro de la Polifónica Ciudad de Oviedo, la Banda de Música municipal y hasta los jóvenes de Divertimento, fueron ensartando los números musicales. Desde la obertura "Candide" de Bernstein, con sonido más de foso y menos de concierto, pasando por "La Nina gondoliera", "Io son rico e tu sei bella", de Donizetti cantada muy bien por los, también, presentadores Silvia Váquez y Borja Quiza, hasta el "Brindisi" de "La Traviata", más puesta la intención en el fin de fiesta que en la redondez interpretativa, con un coro algo plano. Entre tanto, la galardonada Ruth Iniesta cantó maravillosamente "Je suis Tatiana la blonde", de Ambroise Thomas. La zarzuela llegó con las seguidillas de "Aunque soy de La Mancha" de Barbieri, con el coro acertado. El premio al mejor cantante masculino de ópera Gregory Kunde se arrancó, nada menos, con "Vesti la giubba", de "Pagliacci" subiendo enteros. Volvió acertada Silvia Vázquez con "Ombra leggera", de Meyerbeer, verdadero tour de force para la coloratura. De nuevo el coro con "Canción de la borrachera" antes del premio a Joyce Didonato, que no pudo recogerlo en persona. Cantó estupendamente de nuevo Borja Quiza en "O vin dissipe la tristesse", de Ambroise Thomas. Después la orquesta, en solitario, con la célebre "Danza del Hada de Azúcar" de Tchaikovsky. Nicolla Beller Carbone, mejor cantante de ópera española o zarzuela, cantó un tanto perjudicada -escenificando el papel- "La Périchole". "Ah! Quel diner je viens de faire", de Offenbach, y ya, de otra manera, de "Ariadna auf Naxos", de Strauss, "Es giba ein Reich", como se ve nada de ópera española o zarzuela. "El menú", de Carl Friedrich Zöllner lo cantó sólidamente el coro en formación desplegada en el patio de butacas. Muy agradable sorpresa con Bryn Terfel que finalmente si cantó, al piano dos lieder. Arreglo y a la marcha desde el fondo de patio, "Passerella di addio" de Nino Rota, con los chicos y chicas de Divertimento. Y el mencionado cierre de "La Traviata" para terminar. Incluso con intervenciones estrella muy destacadas, por supuesto, la música no llegó a perfumar totalmente la emoción. Casi merecería entregar un premio el mismísimo Gabino de Lorenzo, que fue quien creó el festival de zarzuela de mayor presupuesto de España, después del teatro de La Zarzuela de Madrid -imponiendo títulos, e incluso presentándose como figurante, con ayuda de cámara para tal efecto incluido-, la orquesta Oviedo Filarmonía -que aquí dirigió su titular Marzio Conti- para sustentarlo, el coro amateur municipal de mayor presupuesto del país, la Banda de Música también de la casa, y estos premios líricos, cuya brillante presente edición ha costado, sin estos mimbres, 150.000 euros. Después, únicamente los invitados VIP -y los del TRIP- terminaron la fiesta en un exclusivo cóctel en la antigua sala de exposiciones del Campoamor. En el Día Mundial del Planeta en Oviedo no se apagaron las luces. Estaban a todo lo que daban.

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