Cuando el director ovetense Pablo González regresa al podio de la Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA), se crea una atmósfera especial. El director irradia una energía que llega hasta la última fila del anfiteatro. Así se vivió el viernes en el Auditorio de Oviedo, y el día anterior en Avilés, en un programa con novedades en el repertorio, para oídos de la afición asturiana. La OSPA redondeó esta semana su ciclo de conciertos "Auroras Boreales", con obras que, en manos de González, fueron pura atracción magnética para el público. Ya desde la obertura de la ópera "Hansel y Gretel" del alemán Humperdinck (1854-1921) -aquí casi un desconocido-, pieza trazada con fantasía, en su forma y orquestación. Otro autor poco transitado en nuestras plazas es Carl Nielsen (1865-1931), del que su "Segunda Sinfonía", subtitulada "Los cuatro temperamentos", fue todo un descubrimiento.

En los últimos años, la música de Nielsen toma posiciones fuera de las fronteras danesas, con un interés renovado por su obra, y sobre todo por sus seis sinfonías. Su "Sinfonía nº 2" responde a la madurez de un talento creativo, dentro de la vía posromántica pero con una personalidad propia, aunque no rupturista, sí con elementos que llevan al límite la tradición musical (como la tonalidad progresiva e inestable), lo que nos sitúa en pleno siglo XX. En la línea de la sinfonía programática romántica, Nielsen describió las imágenes que caldearon su imaginación -según recogió Robert Simpson-, para inspirar estos cuadros sonoros y temperamentales.

Como el primer movimiento, "colérico", que tiende a inflar densidades, de manera grandiosa, frente al siguiente "flemático", donde las líneas se desdibujan, mientras la orquesta integra variedad de elementos. Hay que destacar el modelado de texturas en la orquesta, con esas masas sonoras que maneja con profundidad González, también en el tercer movimiento, "melancólico", con ese tema en diferentes planos sonoros, que lucha por fluir; así como la paleta de colores lograda en la orquesta en el siguiente "sanguíneo".

En el ecuador de la velada llegó además la violinista rusa Alena Baeva para dejarnos sin aliento, como protagonista del "Concierto para violín" de Brahms. La OSPA se rindió al violín virtuoso de Baeva, con González como nexo de unión, para apoyarla con carácter, sensibilidad tímbrica, y detalles en los planos sonoros. Baeva es una intérprete de medios poderosos y de gran fuerza, al servicio de una expresión holgada, y siempre en conexión sonora con la orquesta. Así, hay que subrayar el "Adagio", de fraseo amplio y sensible, o el brillante "Allegro" final, perfectamente articulado en una página ambiciosa.

La próxima semana descubriremos más repertorio con la OSPA, en un nuevo programa con obras de Avner Dorman, Samuel Barber y Elgar, que supondrá el regreso del violonchelista Adolfo Gutiérrez Arenas y del Principal director invitado de la OSPA, David Lockington.