Imre Kertész, testigo de la desolación final

Escribió su obra, que acabó siendo galardonada con el premio Nobel, porque "estuvo allí"

El premio Nobel de Literatura es un galardón que conceden anualmente los suecos y en España se piensa que lo otorga un Espíritu Santo laico e infalible. En tiempos era un premio mucho más serio de lo que es ahora. Se suele conceder a escritores por distintos motivos, entre los que alguna vez cuenta que hayan escrito libros memorables. No es el caso del recién fallecido Imre Kertész, quien, no obstante, es autor de numerosos libros bienintencionados. Pero ninguno de esos libros hubiera merecido la atención de la Academia sueca de no haber sido porque todos insisten en el mismo asunto: una tragedia que conmovió al siglo XX hasta los cimientos de la tierra y que la humanidad no debe olvidar jamás. Kertész nos ofrece su versión de testigo y víctima, una posición compleja y comprometida frente al relato. Porque el auténtico testigo no es el que ha sido víctima de lo que relata: ser arte y parte afecta a la objetividad, pero aún así, se acepta en este caso que Kertész y millones como él no hayan sido objetivos. ¿Cómo se puede ser objetivo después de haber sido deportado a campos de exterminio por los nazis y de haber sobrevivido a los horrores de Zeits, Auschwitz y Buchenwald? En este caso, el testigo es la víctima y el horror de la víctima predomina sobre la mirada del testigo. De un testigo y víctima de los días finales, cuando todo se derrumbaba a su alrededor y la única esperanza posible era el propio derrumbamiento. No había otra posibilidad de sobrevivir que los hornos crematorios fueran derribados por las tropas liberadoras antes de que los encendieran por última vez: la "solución final".

Kertész escribió su obra, que acabó siendo galardonada, porque "estuvo allí". De lo contrario, tal vez esta obra hubiera sido considerada de otro modo. Pues el premio Nobel se concede a escritores, más no siempre por motivos literarios. De ser un premio exclusivamente literario, lo hubieran recibido Rilke y Joyce. En cambio lo recibieron el japonés Kenzaburo Oé (1994) y el húngaro Imre Kertész (2002). Los dos escribieron sobre las dos más desoladoras tragedias del siglo XX, la bomba atómica y los campos de exterminio, dos vergüenzas de la humanidad.

Kertész, que no es un escritor brillante, es capaz de la ternura y de la piedad de obras como "Kaddish por el hijo no nacido" y "Sin destino". Como Primo Levi describe desde la perspectiva del superviviente, mas preguntándose: ¿Cómo se puede sobrevivir cuando el propio mundo se ha destruido? Levi se refiere al silencio de Dios ante el horror y Kertész a la soledad del hombre en situaciones a las que no se les adivina salida, y una vez que se ha salido de ellas, no hay posibilidad alguna de superarlas. Por eso los recuentos, a veces, resultan fallidos al acometer un relato como "Liquidación" (por el contrario, Levi es un narrador excelente). Imre Kertész ha muerto pero su obra queda, para transmitirnos unos hechos que no debieran olvidarse jamás.

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