Hace pocos años Alemania comenzó a sorprender a los aficionados con sus grandísimos y peculiares vinos blancos elaborados con la variedad riesling procedente de la cuenca del Mosela, Nahe o Palatinado. He visto a muchos avezados catadores volverse locos con esos hidrocarburos característicos de los viejos vinos y azúcares o acideces en los más jóvenes. Nunca te aburres con un vino alemán. Ahora podemos dar otro paso más cambiando de color, del blanco podemos pasar al tinto y de la mano de la aristocrática uva pinot noir que parece ser en Alemania arraiga más que bien. Una vez he presenciado una interesante discusión sobre si la pinot noir teutona podía sacarle los colores a su homónima borgoñona. Parece difícil, aunque solo sea por tradición e historia, que pueda subirse a las barbas de la francesa. Yo no abogo por una o por otra, simplemente les recomiendo que prueben ambas y saquen sus propias conclusiones.
Una de las bodegas más emocionantes del Rheingau alemán es August Kesseler. El Rheingau quizá no tenga en nuestro país la fama de otras zonas como podría ser el Mosela, supongo que porque no se puede competir con la belleza de su paisaje. Sin embargo, es una de las grandes demarcaciones de Alemania para el cultivo de la vid y capaz de producir vinos más robustos que se comportan excelentemente cuando se vinifican en seco. Es, además, una zona donde hay un cultivo importante e interesante de la pinot noir, que allí llaman spatburgunder. Y precisamente August Kesseler es un especialista en esta variedad, quizá uno de los mejores del país. Quedé impresionado cuando pude probar toda la gama de sus tintos.
Se trata de un pinot noir de gran finura, con una madurez que quizá era impensable hace 90 años cuando fue fundada la bodega, pero que hoy sorprende por la redondez aromática y táctil en la boca. En él encontramos frutas y especias y el paso por madera es el típicamente alemán, sin ningún protagonismo salvo el de dejar que el vino se afine lentamente.
