Crítica

Prokófiev el terrible

Una versión con calidad y flexibilidad a cargo del maestro Conti

Cuando en 1942 Prokófiev, en estrecha colaboración con el director de cine S. Eisenstein, comienza a escribir la música de "Iván el terrible", la URSS se encuentra invadida por las tropas alemanas del III Reich. Stalin, sorprendido por la traición del "Pacto germano-soviético" un año antes, intenta, con todo el potencial del Estado a su servicio, organizar la defensa de su país y reaparecer como el "Gran Padre de la Patria" que acude a salvar a sus hijos de los enemigos externos (los internos habían sido eliminados en la década de los 30 durante las Grandes Purgas). Todo es válido para exaltar su figura, incluso recuperar la imagen del que era considerado fundador de la Rusia moderna y primer zar de aquel imperio que la revolución soviética había hecho sucumbir, Iván el Terrible. Los paralelismos entre ambas figuras eran incontestables: astutos, poderosos y brutales en su determinación, controlando su nación con mano férrea, Iván con la Oprichnina y Stalin con el NKVD. Un hombre que se ve abocado a sus actos con un solo proyecto: el amor a su pueblo. Al menos esto era lo que aparentemente ocupaba la mente de Stalin (si es que alguna vez se ha podido intuir con certeza). En cualquier caso, el resultado final no entusiasmó al dictador, que retiró su apoyo a la trilogía inicialmente planeada. La música que Prokófiev compuso no se publicaría hasta la versión en formato Cantata de Abram, Stasevich en 1961.

Esta versión es la que el maestro Conti presentó el pasado miércoles ante el público del Auditorio Príncipe Felipe, al frente del Coro de la Fundación Princesa de Asturias y de una dimensionada Oviedo Filarmonía que contó con la participación de alumnos en prácticas extracurriculares del Conservatorio Superior Eduardo Martínez Torner, poniendo de manifiesto la necesaria y acertada colaboración entre las instituciones. El trabajo orquestal realizado por Prokófiev, tras ser considerado el "enfant terrible" de la música rusa, se pliega en esta composición a los parámetros estilísticos del "realismo socialista", imperativo para los artistas de la extinta Unión Soviética. La asunción de parámetros neoclasicistas sobre un sustrato melódico, extraído del rico folclore ruso, convive con una exaltación de la colectividad a través de grandes sonoridades y despliegue de medios sinfónico-corales. Sobre esta idea, destacó la actuación del Coro de la Fundación que dirige J. E. García, en especial su cuerda de tenores perfectamente empastada y afinada en el comprometido agudo del número "¡A Kazán!". Marzio Conti supo equilibrar el protagonismo de la sección de metales, siempre segura en el fraseo, en los "tutis" orquestales. Un juego de dinámicas especialmente trabajado en las intervenciones de Andrejs ?agars cuyo recitado, en los papeles de narrador e Iván, se impuso sin amplificación artificial con una voz abaritonada de gran riqueza tímbrica. La mezzosoprano Olesya Petrova cautivó por la extensión de su voz y un registro grave de profundos armónicos, color cálido y desbordante potencia, que se impuso a coro y orquesta en el número "Mar océano". Papel menos destacado, por su breve actuación en el papel de Fiódor, fue el del bajo-barítono Egils Silins que, no obstante, dotó a "La canción de Fiódor Basmanov y los Opríchnik" de una gran energía dramática, afianzando la sangrienta "escena" que protagoniza con el coro. Sumar efectivos musicales continúa siendo una apuesta segura que permite al público comprobar la calidad y flexibilidad de las agrupaciones musicales asturianas.

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