Maxi Rodríguez

Sequedad extrema

Hace ya unos años que el matrimonio formado por Elisa Úcar y Enrique Basarte de Domaines Lupier está haciendo vinos inverosímiles con garnachas muy frescas y atlánticas. Abrí una botella de El Terroir 2011 y me pareció realmente sublime. Pero los Lupier se merecen un capítulo aparte. Hoy quiero destacar otro vino que me llamó la atención. No tengo secretos para ustedes.

Javier Bañales se gana la vida comercializando vinos y suele controlar bastante. En una reciente visita a Asturias (trabaja de comercial para una gran bodega vallisoletana) me trajo un blanco de Navarra, del año 2015, elaborado con moscatel de grano menudo pero vinificado en seco. Por norma general estos moscateles navarros suelen destinarse para elaborar vinos dulces más que interesantes. La moscatel vinificada en seco nunca me dijo nada, me parece demasiado pesada ofrece vinos que no transmiten en el trago lo que insinúa la nariz.

El que me trajo Javier está elaborado por él, su padre y su hermano. Es un vino de familia y de parcela pues las uvas proceden de un solo pago situado en la zona media de Navarra, donde practican cultivo tradicional de muy bajos rendimientos y que vendimian en el punto óptimo de maduración, siendo la acidez uno de los factores claves de este vino. Elaborado a sequedad extrema, destaca su exuberancia aromática pero lo que sorprende es la frescura que aporta al beberlo, desmarcándose de cualquier otro vino. En Asturias estamos acostumbrados a los vinos atlánticos. Probablemente debamos de adoptar este 1150 DC como propio, se me hace muy cuesta arriba pensar que las poco más de 3500 botellas que se han etiquetado, se dispersen por lugares donde no sean apreciadas.

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