Crítica / Música

Impecable

El exquisito equilibrio en la parte instrumental y la vocal del Dunedin Consort de Edimburgo

Las Vísperas solemnes de confesor en do mayor, K. 339 de Mozart sirvieron como algo más que la presentación del excelente conjunto barroco escocés Dunedin Consort, fueron una declaración de intenciones en toda regla. Equilibrio exquisito en cuanto a la sonoridad, tanto en la parte instrumental y en la vocal, como la del conjunto en su integridad, apreciándose un extraordinario trabajo previo que viene primorosamente calibrado. Un coro compuesto por 16 voces -en el se incluyen los cuatro solistas- de máxima transparencia y efectividad, con timbres -como no podía ser menos- nada continentales, con definidas cualidades del sonido en cada cuerda, y con fluidez en las agilidades y redondez de los agudos verdaderamente destacables. Un conjunto coral envidiable, y una orquesta barroca cohesionada a la perfección por John Butt, líder de la agrupación. En realidad más súper especialista en barroco y en la interpretación al clave, clavicordio o al órgano -con ideas estilísticas absolutamente claras- que como director con dominio gestual claro y determinante en el devenir de la ejecución, aunque en interpretaciones tan medidas como las escuchadas, en las que nada queda al margen de lo previa y milimétricamente ensayado, el conjunto podría funcionar prácticamente sin director al frente. La primera parte se completó con el Concierto para violonchelo en La mayor, Wq. 172 de C. P. E. Bach, que fue deliciosamente interpretado en la contenida sonoridad del violonchelo barroco de Jonathan Manson y la definición y compenetración con la orquesta.

En la segunda parte, continuando en la línea de excelencia propuesta, ofrecieron un Réquiem en Re menor, K. 626 de Mozart de gran altura, aun sin grandes novedades interpretativas en su planteamiento. Equilibrio y entendimiento extraordinario entre los solistas vocales, destacó, si cabe, la soprano Joanne Lunn, absolutamente impecable, expresiva, de bellísima redondez tímbrica. La versión, impecable en todos los aspectos, estuvo muy en la línea de un Gardiner, en cuanto a la visión de conjunto, los tempi y la concepción general de la obra. Un impecable Réquiem de Mozart para el disfrute en su aspecto sonoro, tímbrico y estilístico.

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