Tino Pertierra

Alicia rompe el espejo en mil pedazos

Dramas familiares y viajes en el tiempo en una mezcla saturada de efectos especiales y con escasa emoción

Los admiradores de Lewis Carroll recibieron con curiosidad y tal vez alegría la noticia de que Tim Burton era el encargado de llevar Alicia en el País de las Maravillas al cine. Era el hombre indicado, en principio, para convertir la locura en muchos aspectos subversiva del texto literario en imágenes. El chasco para muchos fue monumental y el trabajo burtoniano fue casi tan decepcionante como en El planeta de los simios. Con una diferencia: la traición. Burton convirtió la obra de Carroll en un potaje con ingredientes de Las Crónicas de Narnia, El señor de los anillos y Piratas del Caribe. Vamos, que Burton se rindió con todo el equipo a las huestes de Disney y entregó un artefacto de colores gritones, personajes extravagantes y un 3D chapucero a más no poder.

La película fue un éxito rotundo en taquilla. Mil millones de dólares lleva recaudados en todo el mundo, así que los bolsillos de Burton lo agradecieron pero a partir de ahí hizo películas más pequeñitas y personales (¿por qué será?) como Big Eyes, Frankenweenie o Sombras tenebrosas. Gracias, Alicia.

Ahora produce Alicia a través del espejo. Tras las cámaras está James Bobin, un director experto en trabajar con marionetas (lo primero que hizo con los Teleñecos tenía encanto y gracia, lo segundo no). ¿Fue escogido precisamente porque los personajes de la película tienen mucho de títeres en un teatro imposible? Teniendo en cuenta que la mayor parte del metraje se dedica a efectos digitales (aquí el 3D está más logrado, dicho sea de paso) es imposible apartar la sospecha de que el director ha sido más que tutelado por míster Burton, y que éste le impuso no intentar imitarle. El resultado es una película tan floja como la anterior, pero menos soporífera.

El guión de Linda Woolverton es una castaña, para qué andarnos con planos calientes. Del libro de Carroll conserva sólo el título (parte del argumento ya se lo había quedado Burton en la primera) y algunos personajes, pero luego se saca de la manga un lío de saltos en el tiempo y de traumas familiares sazonados con la última moda en Disney: explicarnos las razones por las que los malos se hacen malos y así darles la oportunidad de redimirse. En este caso, la Reina Roja (Helena Bonham Carter, lo mejor de la función). ¿A cuento de qué vienen esas excursiones por el calendario? El Sombrerero Loco (Johnny Depp, como siempre a sus aires) está deprimido porque su familia... ¡Stop Spoiler! El caso es que el guión le roba a la burtoniana Charlie y la fábrica de chocolate la idea de volver al pasado para mostrar un aspecto desconocido del padre autoritario e insensible. Alicia a través del espejo es como un monstruo de Frankenstein hecho con pedazos de otros títulos. Con decir que arranca con una persecución en medio de una tormenta con Alicia convertida en capitana de un barco... Y salen dragones como en El señor de los anillos ¡y Transformers! Por salir salen hasta unos sucedáneos de Minions que representan a los Segundos (sirvientes del señor Tiempo, un Sacha Baron Cohen aceptable). Y cómo no ver en el desenlace de "congelación" progresiva un "préstamo" de Las Crónicas de Narnia.

Del mundo de Carroll queda poco. Muy poco. Ni en las frases ni en los personajes. La presencia del Gato de Cheshire y otros animales charlatanes es anecdótica, igual que el ajedrez, el Sombrero Loco deja de estar Loco para estar Triste y la Reina Blanca tiene a una Anne Hathaway más cursi que nunca. Sería maravilloso escuchar la voz del gran Alan Rickman en su último trabajo antes de morir (la oruga azul), pero aquí tenemos doblaje, ya sabes. La música de Danny Elfman es tan buena como siempre y la fotografía de Stuart Dryburgh es de matrícula de honor. Y Mia Wasikowska hace lo que puede ahora que ya no es una niña y capitanea barcos y todo. Las grandes frases con mensaje se quedan en poquita cosa (no es posible cambiar el pasado, pero sí aprender de él, se lucieron) y brillan por su ausencia los juegos de palabras e ideas que hacen de las novelas una experiencia transformadora por lo que esconden y proponen. Hay espacio para el ingenio bien aprovechado con cuentagotas: el señor Tiempo adelantando las manecillas de su reloj para que Alicia hable más rápido o el encuentro a la hora del té del Sombrerero y el señor Tiempo, al que mortifican echándole a la cara todas las frases hechas sobre el tiempo (con venganza posterior).

Alicia a través del espejo existe no porque fuera necesario continuar la historia rodada por Burton. Existe porque la primera entrega barrió en taquilla para sorpresa de muchos y se encargó a una embutidora de guiones que hiciera algo más divertido sin reparar en gustos. El resultado es un desastre gélido y sin un ápice de locura. Taquillazo asegurado.

P.D. Lewis Carroll la odiaría.

Compartir el artículo

stats