Un mundo por rescatar

A los autores del libreto -al menos en esta producción del teatro de la Zarzuela- habría que añadir a Javier de Dios, director de escena y dramaturgia en esta zarzuela a la que, en realidad, acopla una obra de teatro de dos personajes que interpretan David Ávila como "Serafín Bravo" y Fernando Sansegundo como "Blas Cantero". Curiosamente lo que se hace para "contextualizar la obra para el público de hoy y orientar la comprensión del argumento original" -ambos actores lo hacen estupendamente, por cierto- todo lo complica, y el argumento, contado, explicado y requetecontado, se sigue con dificultad. Paradójicamente, lo que en el programa de mano aparece después del "Prólogo", es decir, "Primer acto, "Segundo acto" y "Tercer acto", no se ve por ningún lado, se intuyen, si acaso, en esta versión prácticamente a la "italiana", en la que la zarzuela en sí, es como una ensoñación plana que no se ve ni se disfruta. Es evidente que vivimos en un periodo de rescates, los hay económicamente sangrantes y los hay humanamente dramáticos, parece que en la parte musical estamos volcados en el rescate de lo que en su momento ya no alcanzó la gloria. Nos quedan algo así como doce mil y pico títulos de teatro lírico español por rescatar, para los que se dediquen a ello un mundo.

Vocalmente esta prácticamente desconocida zarzuela -menos la "Petenera" que ha permanecido en el tiempo sobre los escenarios- necesitaba algún atractivo extra. Sin duda el fantástico barítono Carlos Álvarez destaca por encima en sus dos grandes intervenciones, la primera muy sobresalientemente en la romanza "Caballero veinticuatro", donde agranda el personaje con su claridad de agudos, firmeza en el grave y clase cantante. El segundo papel masculino destacable es el de Sergio Escobar, un tenor que tiene peso específico y una presencia vocal plenamente contundente, tal vez con la única pega de un pequeño tic vocal al final de determinadas frases, sobre todo cuando estas acaban en el agudo, que creo que no aporta nada a su línea de canto. Algo más desigual estuvo la participación femenina. Susana Cordón es una soprano lírico ligera, no se adapta vocalmente al rol de "Paloma", sin contundencia y con escasa presencia en el registro medio y grave. Sencillamente si no es el tipo de voz para el papel, no es el tipo de voz. Rocío Ignacio cantó con gran solvencia vocal. Aunque quizás la célebre "Petenera" no alcanzó el nivel de emotividad, de cercanía, que puede esperarse en una romanza que puede ofrecerse con ilimitadas dosis de elegancia. Con especial buen gusto interpretaron, por ejemplo, a otro nivel, Hevila Cardeña y Gabriel Blanco el dúo cómico-pavana "¡Yo en Madrid, de damisela!" El resto del elenco cumplió correctamente, así como el coro afinado de la Capilla Polifónica Ciudad de Oviedo.

Resulta especialmente llamativo el hecho de que en el atril del director de orquesta figure una reducción de la partitura para canto y piano. Una cosa es que determinada producción tenga un presupuesto más o menos alto, y otra es la consideración que se tiene de una zarzuela en el que la partitura general brilla por su ausencia, sencillamente no existe, y no se encarga una simple edición digital de la misma. Realmente sorprendente. Negativamente.

De la misma manera que la enorme profesionalidad de Miguel Ángel Gómez Martínez puede suplir en parte esa carencia y hace, siempre con elegancia gestual, milagros desde el atril -por ejemplo sobresalientemente en el hermoso preludio del tercer acto-, es difícil imaginarse como se puede estudiar adecuadamente una partitura -¡también la parte orquestal!- o intentar balancear correctamente sobre una reducción de canto y piano.

En fin, una recuperación, un rescate al menos en este aspecto, a medias, con sumas y restas y desigual fortuna, de todo un gran Moreno Torroba que aun no había alcanzado -pese a la magia musical de algunos de sus pasajes- la cumbre de su oficio compositivo. Lo dicho, un mundo por rescatar.

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