Andrew Keen despedaza la red

El periodista británico carga contra los abusos de poder de las grandes empresas tecnológicas

Si hace dos semanas el ensayista bielorruso Evgeny Morozov aprovechaba su visita a España para cargar sin contemplaciones contra las redes sociales y los gigantes de internet, ahora es el periodista británico Andrew Keen (Hampstead, 1960) quien alza la voz en Madrid contra la red por considerar que promueve la desigualdad, los monopolios, el narcisismo desbocado y el control sobre los ciudadanos. No es que Keen rechace las evidentes ventajas de internet (sería como quitar la electricidad a la industrialización, pone como ejemplo), pero su libro "Internet no es la respuesta" no se centra en las luces, sino en las sombras: no oculta que uno de sus objetivos es sembrar polémica, algo relativamente sencillo si tenemos en cuenta que un 90 por ciento de los norteamericanos están a favor de la red y de lo que les aporta en su día a día.

Nada mejor en su cruzada que disparar a diestro y siniestro contra el paisaje idílico de Silicon Valley y sus mandamases, a los que acusa de servirse de los consumidores para llenarse los bolsillos mientras hablan de un futuro mejor, con más oportunidades para todos y la libertad por encima de todo. Keen lo echa por tierra con los siguientes argumentos, expuestos a la prensa en su estancia española: internet incrementa las desigualdades sociales, arroja sal a la herida sangrante del paro al dar protagonismo a la inteligencia artificial y desechar al trabajador humano, fabrica una economía donde los usuarios pasan a ser productos cuyos datos desfilan de Google o Facebook a otras empresas para colarnos publicidad, y, finalmente, daña la información de calidad y rigurosa al tiempo que favorece el narcisismo de gente obsesionada con opinar de todo y hacerse selfies allí donde va.

No es el libro de Keen una obra que profundice en la materia que aborda puesto que su autor admite que quería ofrecer un texto accesible al gran público y que fuera divertido. No escribo para académicos, afirma, y asume que no es un investigador con teorías originales. Digamos que recopila aquello que mejor encaja con sus intenciones. Nostálgico, Keen recuerda los felices años 90 cuando todo el contenido era gratis. El sueño se rompió en 2001, cuando el buscador Google rompió el encanto y pasó de rechazar la publicidad a hacerse de oro con ella. Keen advierte que Google trabaja para entrar en nuestras vidas para conseguir unos perfiles detallados al máximo de nuestros intereses.

Pero no todos los azotes de Keen van dirigidos a las grandes empresas. Los 3.000 millones de internautas que hay en el mundo también tienen su cuota de responsabilidad. Nos hemos olvidado de escuchar, dijo en la Feria del Libro de Madrid, somos prisioneros de nosotros mismos y en soledad. La red es, según él, la plataforma ideal para el racismo o la misoginia, un caladero de furia y odio.

Keen, que no se considera pesimista sino realista, recuerda que en el siglo XIX los adolescentes trabajaban en las fábricas por un salario ínfimo, y hoy lo hacen dotando de contenidos y datos a Instagram y Facebook sin percibir un sueldo a cambio. Y alerta contra el inmenso poder económico, y político por añadidura, que tienen algunos de los magnates de la red, como Jeff Bezos (Amazon), quien, afirma, se hizo con el prestigioso "The Washington Post" para "comprar a la opinión pública y conformar el mundo a su gusto". Keen considera que la piratería es un gran negocio del crimen organizado y ve normal que el periodismo de calidad se proteja con muros de pago. Y no son las redes sociales una solución. Como señaló a "El Confidencial", "el problema es que la mayor parte de los 'links' a periódicos tienen a Facebook como mediador. Facebook se está convirtiendo en el portero de gran parte de las noticias que se leen diariamente y es quien las rentabiliza de verdad. Parte del dinero va a los periódicos, claro, pero es difícil saber si con este modelo de negocio podrán seguir siendo viables, al margen de que deben producir un contenido más sensacionalista para atraer al lector".

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