Auge y caída de Lance Armstrong

La labor de Stephen Frears engrandece una película que podría haber pasado desapercibida

No solemos tener perspectiva sobre las biografías en auge y caída de nuestros contemporáneos. Olvidamos de pronto la época exitosa, como si fuésemos culpables de haber admirado a alguien que realmente no era quien decía que era. ¿Cómo nos engañaste? ¿Por qué? En una reciente entrevista con la BBC, el ciclista Lance Armstrong confesaba que "si volviese a los noventa, es muy posible que me volviese a dopar". ¿Era Armstrong un loco que se inyectaba EPO en solitario, esquivando a sus compañeros, un miserable que nos timó a todos o, más bien, formaba parte de una organización que funcionaba así, con una metodología inevitable?

"The program", la magnífica nueva película de Stephen Frears ("Mi hermosa lavandería", "Los timadores"), recorre de arriba abajo el ciclismo en los noventa: desde la Unión Ciclista Internacional a la casa ultrarreligiosa de Floyd Landis (Jesse Plemons), de los métodos industriales del doctor Ferrari (Guillaume Canet) hasta el lago que mira Lance Armstrong (un soberbio Ben Foster) y que cuyo nombre parece una metáfora de su vida. Solo se entiende la figura del deportista norteamericano si tenemos en cuenta su protestantismo, su etapa con cáncer de testículos (y su utilización posterior) o, una vez construido su personaje-fachada (con la ayuda de su equipo), la tremenda responsabilidad de esconder el cómo de sus victorias. En sentido estricto, "The program" es un largometraje épico, de superación: atravesando el cáncer, infectando tu cuerpo con drogas, ganando siete tours, manteniendo una mentira tanto tiempo y, al final, tras tanto esfuerzo, queda el rechazo y el olvido. Y también nos muestra la necesidad, en especial en nuestra sociedad, de héroes, de figuras completamente blancas que iluminen un mundo gris y contradictorio. Pero, ¿quién querría ese papel de salvador, esa carga de guiarnos? No nos engañemos: siempre aparece un Lance Armstrong dispuesto.

También hay en este filme una reivindicación de un periodismo deportivo ya extinto. Frente al vocerío actual, de gritones gritándose, aún quedan figuras que aman al deporte antes que a si mismos. David Walsh (Chris O'Dowd), el primer reportero que denunció el caso Armstrong (y perdió), sirve de demostración ya arqueológica de lo que fue el periodismo deportivo. Los que le rodean en las ruedas de prensa son los que han ganado: los que se integran a lamer estratos de poder, los que aplauden cuando se les ordena "¡aplaude!". La labor de Frears, un cineasta que odia hacerse evidente, engrandece a una película que podría haber pasado desapercibida: se hace evidente en ella la poética del perder y una cierta compasión por el imbécil protagonista. En el último monólogo del legendario humorista norteamericano George Carlin, previo a la caída del ciclista y a la de Tiger Woods, por tanto, una profecía, casi se resume el espíritu de "The program": "Que Lance Armstrong se vaya a tomar por el culo. Que le jodan a él, a sus pelotas, a sus maillots amarillos y a la estúpida expresión de su cara. Estoy cansado de ese gilipollas. Y ya que estamos en ello: ¡qué jodan a Tiger Woods también! (...) Que se vayan a tomar por el culo él y todos aquellos que nos dicen a quién tenemos que admirar".

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