La belleza de Pixar

La secuela de "Buscando a Nemo" vuelve a dar en el clavo con un cuento de similares características

El 'spin off' de la extraordinaria 'Buscando a Nemo' de Pixar vuelve a dar en el clavo con un cuento de similares características. La pez Dory, una pescado con problemas de memoria, pierde a su familia y, para encontrarla, se rodea de un grupo de amigos marinos. Desgraciadamente, acaba en un zoo-parque marino donde convive con un montón de animales que siguen los estándares de Pixar: un ambiente perfecto para que se desarrollen todos los engranajes habituales de sus cuentos.

A Andrew Stanton habría que ponerle un monumento. En poco más de veinte años nos ha regalado los "Toy Story", "Los increíbles", "Wall-E", "Cars", "Up" y ha dirigido esa maravilla que se titula "John Carter" y que pasó totalmente desapercibida para la crítica y el público. Con "Buscando a Dory" continúa su estado de gracia: una película que se mueve entre la aventura, la comedia y un trasfondo de una ternura que, maravillosamente, evita siempre a la cursilería. Su trabajo digital habría que enlazarlo con la importancia que tuvo la animación del principios y mediados del XX al crear un nuevo lenguaje de espacios, tiros de cámara y secuencias imposibles. La odisea de esa pequeña pez sobrepasa su propia historia: se trata de reivindicar la búsqueda de tu identidad y de reafirmar al grupo en su construcción.

Llevar a los chiquillos a ver "Buscando a Dory" debería ser de cumplimiento obligado. Como a los que nos tocó "Bambi", "Blancanieves" o "El Rey León", Pixar está construyendo un imaginario infantil que también vale para ser aprovechado por los adultos. La educación emocional de varias generaciones ya lleva unos cuantos años en sus manos.

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