El morbo estaba servido semanas antes de llegar el espectáculo. La polémica vende entradas, pero para el que esto escribe distrae el excelente trabajo teatral de del Arco. La polémica ha producido muchos artículos periodísticos previos, ha servido el morbo en bandeja. Un poco de cla invita a aplaudir entre número sí y otro también. ¿Escándalo? Qué nos van a contar en Oviedo, cuya plaza principal bautizamos como "La Escandalera", si a la salida del teatro Campoamor hemos colocado un enorme culo de potente tallo fálico. Qué nos van a contar si a su lado, más recientemente y para completar la performance en una etapa económica declarada por el alcalde de turno como de "economía de guerra", plantamos otra escultura -apodada cariñosamente "El cagayón"- al ridículo coste de unos 300 mil euros. Aquí no se escandaliza fácilmente, señores. El número que incluía la mini -si la valoramos en segundos en escena- felación al sacerdote, ni aporta ni deja de aportar, aquí incluso se aplaudió. En escena hay maricones (así le espeta León, su personaje, al Jacinto Benavente) y pelanduscas, corruptos conocidos, etc., de todo, como en botica. "¡Cómo está Madriz!" no es una zarzuela propiamente dicha, es una especie de comedia musical que emplea la música de alguna de las obras emblemáticas del genero chico, y el espíritu del teatro de variedades. Su honestidad está, por lo menos, en darle un título propio. En esta edición ovetense del XXIII Festival de Teatro Lírico Español, la única auténtica zarzuela fue El rey que rabió. El terrible Pérez incluía más números musicales extraños que propios, y en La Marchenera el teatro añadido superaba la longitud de la obra original. Aquí tres cuartas partes son para La Gran Vía, después para El año pasado por agua, y menos para El barberillo de Lavapiés. Es injusto -no se ajusta- achacar a del Arco invenciones en el texto que no son suyas, la mayoría se adapta al original. Y en cuanto a la "actualización", casi ni haría falta, el paralelismo con la actualidad política es tan evidente, con el bipartidismo de Cánovas y Sagasta y la aparición de un nuevo líder llamado Pablo Iglesias? que parece que se inventa. La música de Chueca es de gran riqueza melódica, de hecho Chueca es pura y llanamente un melodista, al que Valverde orquestaba lo mejor que podía, convirtiendo a La Gran Vía en una continua suite de danzas -de qué si no-, en la que está presente la polca, la mazurca, el tango, el vals, el pasodoble, etc., es pura diversión, frescura y optimismo. La crítica social y política es inherente a esta revista lírico-cómica, fantástico-callejera, algunos cambios, adaptaciones y añadidos, también. La escena se alarga quizás en exceso pero divierte, entretiene. La escenografía resuelve en unos casos, pero con el abuso va resultando algo cansino el recurso del video mapping. El personaje principal de la obra es el actor Paco León, se adapta como anillo al dedo al rol central de la comedia.
La cuestión musical es otra cosa. Una Oviedo Filarmonía que ya la hubiesen querido para el estreno -de hecho no existe una partitura completa y final de La Gran Vía con esta orquestación y se ha tenido que hacer una reconstrucción con el material disponible, labor realizada por los musicólogos María Encina Cortizo y Ramón Sobrino- sustenta la parte orquestal. El coro tiene un papel escénico muy destacado, y lo han resuelto con acierto en una partitura coral sin grandes dificultades. El reparto cantante tampoco requiere grandes voces, no es música de altos vuelos, ni de comprometidas romanzas, pero en este aspecto la interpretación no sobresalió, lamentablemente. Ninguna de los anteriores títulos ha conseguido llenar, este sí, todas las entradas vendidas. No hay nada como una dramaturgia divertida, realmente lo es, y si encima se provoca aderezando con una felación bajo sotana para que se hable de ello, mejor, o no. Todavía aplauden con las orejas. Con qué si no.
