Linklater y la (su) nostalgia

Al eliminar la cursilería y centrarse en un discurso anecdótico la potencia de sus mosaicos se multiplica

La nostalgia en manos de Richard Linklater parece menos nostalgia. Al eliminar la cursilería trascendente y centrarse en un discurso aparentemente anecdótico, la potencia de sus mosaicos se multiplica. Este estilo se hace evidente ya en sus primeras películas, "Slacker" (1991) y "Dazed And Confused" (1993), el filme que refiere directamente a "Todos queremos algo". Se trata de metrajes multitudinarios, donde el guión descubre lentamente la época, arrastrado por la música y la dirección de arte. Los detalles van construyendo ese tiempo desde un microcosmos, porque lo mínimo es lo que importa: así lo entendió también, en otro tono, Günter Grass en su monumental y deconstruido "Mi siglo".

Si "Dazed and confused" se situaba en 1976, "Todos queremos algo" habla de 1980, al principio de la década liberal, en un campus universitario cualquiera del Medio Oeste norteamericano a donde van a parar unos novatos de su equipo de béisbol. A partir de poco más de los tres días que preceden al inicio de las clases, la confluencia de los veteranos, las drogas, la casa donde viven, los cassetes, la música, las chicas, las inseguridades, dan como lugar a una fotografía perfecta de una época que ya no existe (ni casi nos la podemos imaginar los que la vivimos).

El trabajo del extensísimo reparto y de Linklater quiere mostrar a ese grupo de hombres idiotas que van encontrando su lugar en la manada: Blake Jenner funciona como portavoz del espectador, descubriéndonos a esa banda de "freaks" obsesionados con el deporte, las mujeres y la victoria. Con una sucesión de escenas en apariencia irrelevantes (los paseos en coche, las bromas, los entrenos), el metraje se basta para condensar la juventud de algunos, la época que dio paso a los ochenta. Es decir, si hablamos en macrohistoria: el tiempo de Reagan, de Thatcher, de Felipe González, del fin de la Guerra Fría. Vamos, de todo aquello de lo que los personajes de Linklater ni se enteraban. Aquí está la importancia de "Dazed & Confused" o de este "Todos queremos algo": su capacidad de hacernos empatizar en tiempos, en temas, en colores, con unos años ochenta que nos parecen perdidos cuatro décadas después. Sabe el cineasta norteamericano que siempre los llevamos ahí, por muy diferentes que sean los aparatos que manejamos o los aparatos que nos manejan. Porque ser adolescente y no saber qué mundo te espera por delante no entiende de tiempo.

Compartir el artículo

stats