Crítica / Música

Definitorio Ureña

El avilesino Gabriel Ureña, que fue en su momento en la Oviedo Filarmonía el violonchelo Principal más joven de una orquesta española, abrió con las Suite Nº 2 y Nº 3 para violonchelo de Bach, el primer concierto del ciclo en el claustro. Otros instrumentos no tanto, pero el violonchelo, solo, suena en él como si éste fuese una segunda caja acústica. Los pianos son tenues, los fortes crecen, se muestran con naturalidad expansiva, nunca rompen, la dinámica hay que hacerla, crearla y recrearla, pero no se regala en la simétrica acústica pétrea. Bien la Nº 2, pero mejor aún la Nº 3, más cómodo, seguro, concentrado. Un Bach controlado, ni pasional ni pretendidamente historicista, en un punto distante pero nunca frío, un poco geométrico pero no estrictamente simétrico, como una abstracción lineal, como el rostro de la belleza, joven. La "Variación Sacher" fue, con apenas 3 minutos y medio de duración, un contrapunto en toda regla, magníficamente programada entre el Bach y Hindemith, donde Ureña le dio la vuelta a la piel del violonchelo, estilísticamente hablando y en la innovación de recursos técnicos, con el control de la energía en una especie de milimetrado Chi Kung marcial. Con la bellísima Sonata para violonchelo, op. 25 Nº 3 de Hindemith, Ureña ofreció diez minutos de serenidad, claridad y templanza y simbólica nitidez.

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