Uno de los cuellos de botella de las baterías es su baja densidad de energía o capacidad de almacenamiento. Llevado al coche eléctrico, una densidad energética elevada se traduce en una mayor autonomía del vehículo o mayor número de kilómetros que es capaz de recorrer antes de la siguiente recarga. Con las actuales baterías de ion-litio, esta autonomía no suele ir mucho más allá de los 150 kilómetros en los coches de gama media. El Tesla Model S lidera el ranking, pudiendo recorrer unos 300 kilómetros con una carga.
La investigadora del MIT Paula Hammond ha logrado multiplicar por diez la densidad de energía de las baterías de ion-litio mediante la incorporación de nanotubos de carbono. Si esta tecnología llegase al mercado posibilitaría coches con una autonomía entre 1.500 y 3.000 kilómetros.
