Nadie se acuerda de Martin Guerre

Yimou retoma con "Regreso a casa" la fructífera senda del drama antes de recaer en las artes marciales

En la versátil filmografía de Zhang Yimou hay un punto de ruptura en 2002, cuando el cineasta estrena Hero. El éxito internacional del filme encauzó la carrera de su director, hasta entonces recolector de premios en los más destacados festivales, hacia el género "wuxia" y sus derivaciones, con ocasionales retornos al drama que lo hizo célebre en los años finales del pasado siglo. Ambientada en los últimos momentos de la Revolución Cultural y en los años inmediatamente posteriores, Regreso a casa es un retorno de Zhang Yimou a esa fructífera primera etapa.

El filme se centra en un matrimonio separado durante más de una década por la implicación política del marido, Lu (Chen Daoming), que le lleva a prisión. A su regreso, ha de rehacer la relación con su hija, Dan Dan (Zhang Huiwen), cuya sumisión al régimen la llevó a delatar a su familia, y lidiar con un conflicto inesperado: su esposa, Feng (una estupenda Gong Li), sufre una singular amnesia selectiva, por lo que no reconoce a su marido cuando se produce su regreso definitivo.

La amnesia funciona, pues, como efectiva metáfora de un posicionamiento social, del cultivo del olvido por parte de la sociedad china, para olvidar el traumático proceso. Mas Yimou no profundiza en esa veta, sino que se centra en la situación concreta de esa familia, en esa tragedia particular, para mostrar los efectos del proceso político sobre los ciudadanos de a pie. Con esa decisión, Yimou convierte a Lu en un Martin Guerre a la inversa: si éste fue reemplazado en su casa y en la alcoba de su esposa por un doble, Lu es un marido auténtico, real, que al retornar a su hogar no es reconocido. La esposa espera al doble, mientras este trágico Martin Guerre ha de acechar en las sombras.

Sutil y emotiva, aunque quizás algo reiterativa con algunos motivos y situaciones, y coronada con uno de los mejores planos finales de los últimos años, Regreso a casa es la confirmación de que el auténtico Zhang Yimou sigue latente. Pero también, y gracias a los caprichos de la distribución nacional (llega a nuestro país con dos años de retraso), la constatación de que este retorno a sus esencias es temporal: y es que el filme anticipa sólo unos meses en la cartelera española a la epopeya fantástica La gran muralla, la última obra del cineasta chino. Ironías del cine, Yimou corre el riesgo de sufrir la misma tragedia que su protagonista y ser engullido por su doble, por su recuerdo.

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