Un amigo me dice que D. Gustavo Bueno ha fallecido y la noticia, que es muy mala, sigue entrando incesantemente en mi teléfono móvil. La envían amigos que conocen mi apego intelectual por don Gustavo. Uno de ellos añade: "España nunca sabe lo que tiene pero, por algún milagro, siempre tiene". Pues desde el domingo tiene menos. Sus discípulos "a tiempo completo" lo expondrán con claridad cuando escriban, y lo harán, sobre "El papel de [Gustavo Bueno] en el conjunto del Saber". Es lo apropiado, pues quien mejor lo sabe son ellos. Quienes sólo hemos podido ser miembros de su escuela "a tiempo parcial" bien haremos en hablar de otras facetas.

Conocí a don Gustavo por casualidad. Sabía de él por los amigos que estudiaban Filosofía en Oviedo, pero en aquel tiempo -los años 70- yo estudiaba en Bilbao, así que no lo conocía personalmente. Ocurrió que en esos años mi familia pasaba las vacaciones en el camping de Barro, y como a mí no me gusta la playa, pasaba mucho tiempo merodeando por los alrededores y observé que en la zona estaban construyendo una casa al revés de como me parecía natural: de arriba hacia abajo en vez de abajo hacia arriba. Pasé por allí muchas veces, deteniéndome a ponderar la lógica del asunto. Hasta que un día vi a un hombre sentado delante de la casa y fui a comentarlo con él. Resultó ser don Gustavo, ¡en persona! No llegamos a ninguna conclusión sobre el tema, pero hablamos de todo, especialmente sobre mis estudios de Economía, una Ciencia en la que -a esa conclusión llegué- me sacaba dos cabezas de ventaja.

La tertulia se repitió a diario aquel verano, y los siguientes. Cuando terminé la carrera, entré como profesor ayudante en la recién creada Facultad de Economía de la Universidad de Oviedo (cortesía de José Luís García Delgado, decano y desde entonces buen amigo). En el edificio de la Facultad -un antiguo colmado- no había suficientes despachos, cosa que resolvió don Gustavo prestándome uno... ¡en la Facultad de Filosofía! Luego se echó a la espalda mi tesis de licenciatura: formalmente Julio Segura era el director, pero como estaba en Madrid don Gustavo se encargó en el día a día.

Fue un año prodigioso: leía los borradores y me los devolvía marcados en los laterales: "M1, M2, M3". "No hay cierre categorial". "Tienes que replantearlo". Y así hasta que él quedó contento y yo acabé sabiendo algo de esas cosas. A Julio le encantó el producto final, yo nunca le hice saber que tenía truco y don Gustavo decidió publicarlo en dos artículos de "El Basilisco", su "revista de Filosofía, Ciencias Humanas, Teoría de la Ciencia y de la Cultura"; la suya y la de todos, sin estancos científicos o ideológicos.

A los pocos meses de eso ocurrió un "contratiempo" que merece la pena contar, pues dice mucho del celo con el que don Gustavo cuidaba a su tribu académica, y también dice de su personalidad, a veces un poco aparatosa. En la primavera de 1980 obtuve una beca "Fulbright", así que en cuanto acabó el curso, y con el fin de despedirme de los amigos, me fui de la Facultad a toda prisa, tanta que se me pasó informar de la beca a don Gustavo. Cuando al cabo de un mes volví al despacho dispuesto a recoger mis cosas, no pude entrar en él:

-No consigo abrir -le dije al bedel de la Facultad.

-Claro, don Gustavo ordenó cambiar la cerradura; se enteró de que te vas a EE UU y se enfadó.

-¿Y mis libros?

-Dijo que te los metiéramos en cajas y los lleváramos al sótano.

Años después, cuando volví a España, fui a visitarle:

-¿No te habías marchado a EE UU?

-Sí, pero he terminado el doctorado y he vuelto.

-¿Y te han enseñado algo?

-¡Hombre, algo, algo...!

-Ahora dirás "básicamente" cuando quieres decir "fundamentalmente". Escríbeme un artículo sobre "La gnoseología de la Economía".

Nunca llegué a escribirlo, el ambiente intelectual en el que nos movemos los miembros de la Escuela "a tiempo parcial" no es hoy en día adecuado para eso. Pero incluso en nosotros sus enseñanzas han determinado la forma de analizar toda clase de problemas. Hace unos meses un amigo me dijo, después de leer una entrevista a don Gustavo en "ABC", que "curiosamente" pienso igual que él sobre lo que le preguntaban. ¿"Curiosamente"? Lo raro sería que pensara lo contrario, habiendo aprendido de él a razonar.

Farewell, maestro.