La locura del peón

El mundo se divide en tres clases de personas: las que adoran la primera entrega de Los cazafantasmas, las que la detestan y las que no la han visto ni falta que les hace. La nostalgia de aquellos maravillosos años 80 en Hollywood hace que muchas personas tengan un buen recuerdo de una cinta que, revisada ayer mismo para tener frescas sus imágenes, se revela como una obra de humor insulso y desenlace grotesco en la que solo se salvan la endemoniada Sigourney Weaver y unos protagonistas que suplían las carencias del guión con una vis cómica discutible pero que llamó la atención, sobre todo la inexpresividad cachonda de Bill Murray. Y la cancioncilla sigue siendo insufrible. Pero aquel título que confirmaba la mediocridad abusona de Iván Reitman logró un éxito descomunal y le entró por el ojito derecho a una generación de chavales que hoy la tienen en un pedestal. Mejor será que no la revisen. Y mejor hubiera sido que Hollywood se dejara de fantasmadas para no resucitar una historia bobalicona que en su nueva versión profundiza en los aspectos más toscos pero cambiando a los actores por actrices. Y a Sigourney por un equivalente maligno, Chris Hemsworth, cuyas dotes para la comedia son como mínimo cuestionables.

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