Es muy buena noticia la exposición que durante este verano se puede ver en Villaviciosa. No solo, y sería suficiente, porque reúne obra reciente de tres de los artistas asturianos de creación más personal e interesante sino porque parece poner de manifiesto la decisión de la Fundación José Cardín de programar exposiciones de arte contemporáneo -espero que con rigor, periodicidad y programación coherente- aprovechando así un espacio de lo más atractivo y hasta ahora, en cuanto a arte plástico se refiere, únicamente dedicado a exponer las obras del certamen de pintura de Villaviciosa. Certamen y Fundación pueden conseguir para Villaviciosa visibilidad en el mapa del arte en el que, como los buenos aficionados saben, no figuran únicamente las grandes ciudades. Es buena señal que el espacio para exposiciones se haya ampliado a una salita adjunta y habilitado también el patio interior, con muchas posibilidades para creaciones escultóricas o instalacionistas, y que se hayan programado actos complementarios a la muestra, aunque hayan tenido escaso eco mediático.

¿Qué podría decir, a propósito de la exposición, que no haya dicho antes la fotografía de José Ferrero? Lo mejor, que continúa idéntica a sí misma, buscando el instante perfecto en esas fascinantes imágenes suyas de rara seducción desde la elementalidad y la creación alejada de efectismos y valorando los recursos técnicos más puros y genuinos de la fotografía. Ferrero suele hablar de ambigüedad refiriéndose a sus imágenes y otros lo hemos hecho también refiriéndonos a la expectativa que esas imágenes plantean a la mirada del espectador. En lo que a mí respecta, en cierta ocasión llamé a eso "poética de la ausencia" y Fernando Castro lo adjetivó como "elogio de lo invisible". Aunque esas expresiones fueron utilizadas a propósito de series concretas, yo creo que esa tensión a la que aluden, entre lo que en la imagen se ve y lo que a partir de ella se espera, se adivina o se sueña, esa ambigüedad, reside en el fondo de toda su obra, una realidad artística sensible que trasciende a lo representado.

Además de ser inquieto y buen teórico del arte, Francisco Fresno es artista que siempre se ha distinguido por su afán investigador sobre materiales y tendencias artísticas y quizá de ahí la condición proteica de su obra, la variedad conceptual y formal de sus propuestas plásticas expresadas mediante distintas disciplinas aunque desde luego con mayor dedicación a la escultura de la que nos ha ofrecido excelentes momentos creativos en su trayectoria y que en esta muestra le representa. Sin embargo quiero empezar citando la obra "Hojas en blanco", en porcelana y arena de Xagó una de esas "dèlicatessen" en las que a veces se detiene trabajando con especial sutilidad y refinamiento. Pequeña instalación de connotación oriental y contexto simbólico. La pureza de su forma expresiva, la extrema sencillez, intensidad y melancolía de su mensaje de despojamiento, hacen de ella un sugestivo ejemplo de objeto para la meditación. Pero lógicamente su "pieza de resistencia" es la gran escultura que ocupa el patio de la Fundación, una obra que no prescinde de referencias semánticas, sean llamas o una gran mantilla española con encajes de acero contén, pero en la que se impone la pura fisicidad plástica, la materia perforada, su tactilidad, su vacío y el rompimiento abstracto de la materia.

En cuanto a Guillermo Simón, aún reciente la exposición del pasado año en este mismo espacio, sin duda la mejor que hemos visto hasta ahora, prolonga aquella obra con nuevas y magníficas pinturas, ahora pintadas sobre aluminio, soporte que potencia su belleza y expresividad, un acierto. Pienso que el realismo que estas obras mantienen, aun estando tan cercanas a la abstracción, tiene que deberse a que esas abstracciones no son construcciones únicamente hijas de la técnica sino que son también el resultado de muchas horas, muchos años, de contemplación emocionada de la mar, el gran tema de una excelente pintura en la que, como ya dejé escrito, Turner y Pollock se dan la mano en el mutuo homenaje a Monet y sus nenúfares. Mención especial para la serie "Topografías de la fragilidad", porque supone un poco frecuente apartamiento del motivo y porque son muy hermosas, en este caso mejor logradas las pintadas sobre papel que sobre aluminio.