"Mad Mel" vuelve a la carretera

Blood father no inventa nada. Ni lo pretende ni se lo pedimos. Narra con eficacia una historia de redención, venganza y sacrificio. Un padre de pasado turbio ve cómo su hija descarriada vuelve en busca de ayuda. Tiene a unos villanos detrás que quieren ajustarle las cuentas. Nuestro hombre vive haciendo tatuajes (de El Quijote y Sancho Panza, sin ir más lejos) en una caravana en medio del infierno. Si no le tocan las narices no pasa nada pero cuando intentan hacerle daño a su hija sale a la luz un tipo con muy malas pulgas. Solo hay que verle enfurecido para darse cuenta de lo mucho que ha cambiado Gibson: parece realmente un loco peligroso con los ojos como platos y cada arruga anunciando violencia. Lejos de volverse sentimentaloide o recurrir a tiroteos sin sentido, Blood father muestra una relación padre / hija nada complaciente y cargada de encontronazos, ofrece una mirada cruel sobre la amistad (memorable William H. Macy, aunque sea visto y no visto) y dibuja con Diego Luna un personaje de villano carismático y tormento interior. La realización de Richet es muy estimable, nada pretenciosa ni efectista, y ofrece momentazos que homenajean a Mad Max (moto incluida) antes de un conmovedor desenlace con un Gibson en estado de gracia. Queremos más así.

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