Dos pringaos en el negocio de las armas

Los tiempos de Arma letal quedan muy lejos y aquel Mel Gibson guaperas y un tanto blandito que coleccionaba muecas se ha convertido en un actor Guadiana y bastante desaprovechado (su vida privada poco convencional no ayuda quizás a su popularidad entre los que pueden contratarle), lo que es una lástima porque ahora su rostro es un paisaje propicio para interpretaciones de alto voltaje. Sobre todo, cuando lleva esa barba poblada con la que deambula durante gran parte del metraje de Blood father. Cuando se la quita, su personaje muestra, curiosamente, una vulnerabilidad mayor y vemos a Mad Max avejentado pero con restos, o rastros, de aquella estrella que las enamoraba con una simple sonrisa.

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