Cosme Marina

Un acontecimiento a la rusa

El teatro Campoamor acoge el estreno en España de una ópera de Chaikovski en una función que brilla en los apartados musicales

Un año más se volvió a levantar el telón del teatro Campoamor para acoger la temporada de ópera y, con ella, un nuevo curso cultural en Asturias. Lleva siendo así, de forma ininterrumpida desde 1948, y desde mucho antes, 1892, salvo los años de los desastres derivados de revoluciones y contiendas bélicas y crisis puntuales. Esa continuidad en el tiempo es un hecho que marca el carácter de Oviedo, pese a que las luces políticas no siempre están enfocadas en el ámbito cultural con la nitidez requerida.

Esta temporada se inició con un acontecimiento, el estreno en España de una ópera de Chaikovski. Sí, han leído bien, un título como "Mazepa", que vio la luz en 1884, nunca se había representado en nuestro país. Esto en sí es un éxito ya a priori y un acierto importante porque centra la atención en el Campoamor y la Ópera de Oviedo se reivindica con una labor que va más allá de los lugares comunes en los que trabajan la mayoría de los teatros.

La primera función se saldó con un merecido éxito y todo funcionó con eficacia, salvo el lunar de una puesta en escena que rozó el absurdo en numerosas ocasiones, envuelta en un trabajo dramático muy elaborado pero que condujo directamente a la vaciedad. Una parte del público protestó con pateos el enfoque de la obra aportado por Tajtana Gürbaca y su equipo. La línea de desarrollo dramatúrgica fue confusa en demasiados pasajes. La ambientación, tan naturalista y descarnada, enfatizaba el drama con un exceso casi grotesco, muy pueril y superficial en un desarrollo de trazo grueso y deshilvanado que no ayudaba a la comprensión de un público que se enfrentaba por primera vez a la obra y tuvo la sensación de que una polivalente y omnipresente sopera era el único hilo conductor al que asirse. Ha de valorarse el trabajo actoral del reparto y del coro, pero pocas veces se remó con tanto esfuerzo para conseguir tan poco. Si lo que se quería era ofrecernos un fresco de las tensiones rusas -hay donde escoger, desde la Ucrania aquí bien traída, pasando por Chechenia, dos ejemplos bien conocidos- todavía puede pasar por los pelos. Si de lo que se trataba era conseguir que el espectador se sumergiese en el claroscuro de Chaikovski, en la ambivalencia de los personajes y en su profundidad expositiva, el resultado ya es más discreto. Sólo se justifica el alquiler de este saldo de la Ópera Vlaanderen por la escasez de producciones en Europa occidental de este título. Directamente escenografía y vestuario se pueden aprovechar para unas fogatas de "Il trovatore", o cualquier otra obra que requiera la quema de material escénico.

Es muy difícil de entender como esta obra se mantiene fuera del repertorio. Es, sin duda, una de las grandes creaciones líricas de su autor. Un título con poder de fascinación absoluto que merece una apuesta firme y decidida por su inclusión más frecuente en los ciclos líricos.

En este estreno español los puntos fuertes fueron, sin duda, los musicales, con un reparto espléndido, de teatro de primera división, y una versión magnífica a cargo de Rossen Milanov, titular de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias. Milanov consiguió extraer la brillante paleta orquestal de la partitura, con matices y colores especialmente acertados y la orquesta respondió con entusiasmo y eficiencia técnica. Sobre el escenario, uno de los protagonistas esenciales de la noche fue el coro de la ópera de Oviedo, sensacional en sus numerosas intervenciones. Su nueva directora, Elena Mitrevska debutó con acierto y da la sensación de que se abre una etapa muy esperanzadora en el que es uno de los pilares básicos de la temporada.

"Mazepa" es un título de altas exigencias vocales. Por ello hay que festejar las sensacionales prestaciones del elenco que lo defendió. Vladislav Sulimsky encaró el rol principal con seguridad, aplomo y perfecta adecuación vocal. Es, de lejos, uno de los mejores barítonos en este repertorio y se percibió de principio a fin. Junto con él brillo de forma espectacular el Kochubei de Vitalij Kowaljow, con dominio del rol impresionante y un color vocal -recio, potente- especialmente adecuado al papel. Kowaljow, en su tercera actuación en el Campoamor, se está consolidando como una referencia importante de la temporada. Fue la suya la intervención de mayor nivel de la velada. Muy interesante la Maria de Dinara Alieva, un tanto insegura en el inicio pero con un último tramo espectacular: voz la suya de timbre aterciopelado, bien matizada y expuesta con acierto en el registro agudo y en la exquisitez de los momentos más intimistas. Un debut muy prometedor el suyo en nuestro teatro. También creció vocalmente Viktor Atntipenko como Andrei según avanzó la noche. Pasó de un primer acto destemplado al último muy estimable, pese a que, a veces, deja traslucir una sensación de estar al límite de sus posibilidades. Muy bien Elena Bocharova como una imponente Liubov -de emisión segura y opulenta- y solventes el Orlik de Mikhail Timoshenko, el Iskra de Vicent Romero y el cosaco borracho de Francisco Vas. Merece la pena, y mucho, asistir a esta primera "Mazepa" española. Están a tiempo, quedan tres funciones por delante.

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