Tino Pertierra

La Cenicienta colecciona príncipes azules

La tercera entrega refuerza la fórmula de una comedia sentimental tan trillada como atractiva para sus fans

Primero hay que superar la impresión de ver el nuevo aspecto de Renée Zellweger, que no encaja tan bien en el personaje de Bridget Jones como en las dos entregas anteriores aunque sople la vela de su cumpleaños más sola que la una y se ponga a cantar como una posesa. El regreso de Bridget, tras una segunda entrega que defraudó a buena parte de sus fans, se aplica con esmero en volver a la exitosa senda inicial con una astuta mezcla de ingredientes seguros.

Dejemos a un lado el rancio mensaje de que a los 43 años lo que mejor le puede pasar a una mujer es ser madre y casarse de blanco con su príncipe azul. No entremos en debates sobre el soterrado machismo de cintas tan "modernas" como ésta o series como "Sexo en Nueva York". Vayamos a los hechos, o a los lechos: Bridget Jones' Baby tiene media docena de gags que van sobre seguro (los mejores se desarrollan en el estudio de televisión, con entrevistas delirantes, los peores recurren a chistes bastante facilones, como la presentación desastrosa con culos al aire), algún instante donde sacar el pañuelo, varias meteduras de pata de la protagonista (alguna francamente engorrosa y embarrada), un surtido eficaz de canciones famosas y, por supuesto, una nueva colisión de dudas sentimentales con un par de hombres superactractivos locos por Bridget. ¿Es creíble que nuestra chica conozca gracias a un tropiezo esperado en un festival de música a un atractivo millonario norteamericano, y que esa misma noche se equivoque de tienda de campaña y entre en la suya? ¿Es creíble que ese tipo, de golpe y polvazo, quiera cambiar toda su forma de pensar tras conocer a Bridget? No mucho, pero a estas alturas no le vamos a poner peros al colmo de las casualidades extremas que anida en este tipo de películas. También sería una pérdida de tiempo esperar que los personajes masculinos abandonen por un momento la parcela de los estereotipos, especialmente evidente en el desenlace.

Hay una escena casi al final que resume bastante bien la esencia del ideario bridgetjonesiano: un homenaje, canción incluida, a una de las películas más machistas que se hicieron en los años 80: Oficial y caballero. La inefable Bridget, la chica de condones caducados que tan mal lo pasa con su cuerpo y colecciona torpezas pero siempre dispone de un par de "caballeros" ricos y sexy esperando por ella, acaba siendo rescatada por unos proyectores brazos masculinos.

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