Crítica

La música que conmueve

El primer concierto de abono de la OSPA

¿Es la música un lenguaje universal? Esta es una afirmación muy recurrida que ya se pone en cuarentena. Piense en las limitaciones que marca el propio contexto cultural en el que se concibe una obra musical. La música puede experimentarse de manera diferente por cada oyente. La información puede interpretarse de diversas formas. Pero siempre habrá una respuesta. Individual o incluso colectiva. La reacción a los sonidos organizados en el tiempo. La capacidad comunicativa de la música. Porque la música es lenguaje, pero también expresión.

Esa sensación la tuve el viernes en el Auditorio de Oviedo, con un público entregado a la música de Chaikovski en la inauguración de la temporada de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA). No me crucé con nadie al que Chaikovski no le hubiera conmovido en este primer programa "Rusia esencial" de la orquesta, que dirigió su titular, Rossen Milanov. Especialmente en la primera parte, con el archiconocido "Concierto nº 1 para piano" del gran trágico ruso. Se ha escrito mucho sobre la calidad de este concierto, para algunos dudoso, en cuanto a la forma y técnica compositiva. Pero el ímpetu, electrizante, de esta obra, desde su primer compás, deja en segundo plano discusiones académicas.

Y más con solistas como Natasha Paremski, joven talento del piano, que a los 15 años ya se medía con este caballo de batalla del repertorio, para grabar la obra para Naxos, con la Royal Philharmonic Orchestra en 2012. Paremski es una intérprete generosa. La rusa busca puentes de conexión con el público a través de la partitura. Lo consiguió con una interpretación de bravura, quizá demasiado incisiva en el arranque, como una explosión que mantuvo su onda a través de la obra, en una lucha de fuerzas entre piano y orquesta, con todos a pleno rendimiento. Paremski dio todo lo que se esperaba, a pesar de desajustes en la parte central del primer "Allegro". Hay que destacar el movimiento central, con otro aplomo y compenetración con la orquesta, en sus detalles expresivos. Para estallar de nuevo en el "finale", reto virtuoso con un piano ilimitado, de una fuerza sorprendente.

Para gustos colores. También en música. El trazo grueso, el lirismo voluptuoso de Chaikovski, siguió en la segunda parte con la "Sinfonía nº 6, Patética". Reconozco que sucumbí en el último movimiento: ese "Adagio lamentoso" tan poco habitual, tras el despliegue del anterior "Allegro", para aplauso del Auditorio, que creyó que era el final de la sinfonía. Faltaba el Chaikovski más íntimo, grave y sentimental: la última confesión del ruso, que Milanov trazó con sumo cuidado. La "Patética" es otra de las piezas favoritas, de expresión arrebatadora. Y la OSPA puso toda la carne en el asador, con intervenciones de los profesores de quilates. La versión de Milanov tuvo una orientación clara, controlando volúmenes, mientras cruzaba en la orquesta el motivo musical "del destino", con el que la obra cedió hacia el infinito, sin abandonar la nobleza de carácter, de la vida a la muerte.

Por otro lado, sorprendió la propuesta de Consuelo Díez (Madrid, 1958) conocida por muchos como gestora, al frente de instituciones como el Centro de Difusión de la Música Contemporánea, en un periodo que coincidió con su "Pasión cautiva" (1997). Se trata de un tríptico inspirado en Cervantes, por encargo del Centro de Estudios y Actividades Culturales de la Comunidad de Madrid, en el aniversario del nacimiento del escritor. El primer "Viaje del Parnaso" buscó la continuidad del discurso, a través de planos y líneas, para romper al final. "Laberinto de amor" profundizó en timbres e intensidades, con una economía de recursos en la base, muestra de la solidez constructiva de la obra. Para terminar de conquistar el interés del público en "La guarda cuidadosa", muy delicada a nivel rítmico, en una mezcla festiva, que tuvo notable respuesta en la OSPA.

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