Eduardo Lagar

El hombre de la mirada doble

A primera vista, visto de lejos, Richard Ford tiene ojos de chino. O de occidental miope sin gafas que achina la mirada para enfocar un mundo borroso. De cerca, Richard Ford tiene unos ojos muy azules y las pupilas muy pequeñas y el conjunto resulta algo reptiliano. Por eso, visto de cerca, mira como miraría un rayo láser y molesta un poco todo ese escrutinio. Porque, luego, quizá escriba lo que vea y te deje desnudo ante el mundo. Esas dos dimensiones de la mirada -el enfoque chino y el corte láser- deben de serle muy útiles para un oficio que ejerce, según propia confesión, con lentitud y paciencia y cuyo resultado son largas parrafadas con las que ahonda bien bien en los mecanismos de las cosas y los hombres. Ford hizo de la necesidad virtud: fue la dislexia la que le obligó a juntar letras con parsimonia, para hacerse entender y no trastabillar. También hace de la parsimonia un ejercicio vital. Ayer llegó en tren desde Madrid y, contra lo que nos pasa a todos, celebró la deceleración que sufre el Alvia Madrid-Asturias una vez pasado León.

Richard Ford debe ser un tipo valiente porque lleva calcetines fuscia con zapatos azul klein. Y debe querer mucho a su mujer, Kristina Hensley. Le dedica sus novelas, le acaricia el brazo en busca de auxilio cuando le pide que pose junto a él en las fotos.

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