Bonsáis, naturaleza y evolución

La colección de "árboles enanos" del Museo Evaristo Valle

En mayo de 1994, después de una exposición de bonsáis de Felipe González, del entonces Rey Juan Carlos I, de Luis Vallejo y del naturalista autor de este artículo, fue inaugurada en los jardines del Museo Evaristo Valle de Gijón, en Somió, mi exposición permanente de una treintena de árboles en miniatura.

Estos arbolillos siguen expuestos allí desde entonces hasta hoy. Sólo la robusta madera de las estanterías no aguantó todo este tiempo y tuvo que ser renovada el último verano. Por lo demás, las "miniaturas vivas", entre ellas una de casi un siglo de edad, siguen en perfecto estado de salud. Jamás ha sido dañado ni uno solo, a pesar de que durante sus más de dos décadas de exhibición miles de niños de toda Asturias han pasado a verlos.

Esta exposición incluye algunas "rarezas" de la Naturaleza, como por ejemplo un pequeño bosque de "ginkgo biloba", la primera especie de árbol de nuestro planeta que, según la paleontología, apareció hace la friolera de 270 millones de años. Se extendió entonces por todo el planeta y también vivió en lo que hoy es Asturias. Pero luego desapareció. Fue redescubierta en China por el alemán Engelbert Kaempfer en 1690. Hoy se encuentran bellos ejemplares en parques de todo el mundo. Concretamente en Gijón crecen dos impresionantes ginkgos al lado del Palacio del Deporte; próximamente poseerán una magnífica coloración amarilla.

Ya Charles Darwin llamó a los ginkgos, nacidos en el Pérmico, "fósiles vivos". También se los denomina "relictos vivos". Es la especie superior viva más antigua del mundo.

Concretamente en la asturiana playa de Arnao se encuentran fósiles de plantas del Devónico (420-360 millones de años), aun anteriores a la aparición de los primeros árboles (ginkgos y, por cierto, también de los dinosaurios). Eran bosques de helechos gigantes (pteridofitas, equisetos) de hasta 20 metros de altura.

Próximo a la playa de Arnao también podemos ver el más grande arrecife de coral de Europa. Se trata de relictos petrificados de la plataforma marina del antiguo continente Gondwana, todo un verdadero "patrimonio natural".

En la evolución al ginkgo le siguieron las pináceas, y justo después los caducifolios (abedules, hayas, robles, etcétera). Éstos, asimismo, representados en la exposición del museo. De las pináceas hay varias especies expuestas interesantes, entre ellas diferentes cedros (que en Asturias se suelen llamar simplemente pinos, como también los abetos, piceas, tejos, taxodium...), destacando aquí un minúsculo "cedro del Líbano" de sólo 30 centímetros.

Es ésta la especie de árbol que hace unos 4.000 años a C., en Mesopotamia, la "cuna de nuestra civilización", ya servía para la construcción de los enormes palacios de príncipes, reyezuelos y reyes. En la naturaleza en los grandes bosques de cedros del Líbano, esta especie alcanza los 30 metros de altura, lo que también se puede comprobar con un impresionante ejemplar centenario del propio parque del museo, a pocos metros del recinto de bonsáis.

En cuanto a especies caducifolias, cabe destacar el bosquecillo de olmos. A finales del siglo pasado murieron millones de olmos en toda Europa y Norteamérica debido a la grafiosis, una enfermedad fúngica. También en Asturias desaparecieron prácticamente todos, pero no estos miniejemplares recuperados en los años 80 como brotes en el Club de Golf de Castiello, para transformarlos en bonsái, que felizmente sobrevivieron.

"Rarezas" aparte, la exhibición incluye miniejemplares de 14 especies diferentes de árboles, con sus plantitas de complemento. Así, cada bandeja contiene un trocito de naturaleza. Son un "bosque en miniatura".

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