Elogio de Baragaña

Era el decano y el maestro de la pintura asturiana

Era el decano y el maestro de la pintura asturiana. Practicó su oficio con laboriosidad, esfuerzo y discreción, casi monacalmente. Lacónico y solitario, fue, pese a todo, un ser sensible, solidario y expresivo en sus sentimientos. Disfrutaba de la compañía y la conversación. Le gustaba viajar, conocer sitios y gentes y, sobre todo, ver pintura. Sin embargo, el centro de su mundo era la Pola y en ella tenía su acomodo y su paraíso, su origen y su destino. Y en ella encontró la paz.

Era un gran compañero, comprensivo con todos, sin que esa condescendencia le hiciera declinar de sus ideas y gustos.

Vivió su vida con intensidad, con sus debilidades, obsesiones y fortalezas, buscando la perfección imposible, consciente de que el mérito y el éxito de esa peripecia están en el camino y no en la meta. Y su camino fue largo y, por momentos, fatigoso y siempre estimulante y fecundo.

Su obra es su testimonio de vida y de trascendencia.

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