Tino Pertierra

Crítica

Tino Pertierra

Muerte en Sarajevo

Radiografía de Europa cargada de buenas ideas pero con altibajos

Hotel Europa, título menos contundente que el original de Muerte en Sarajevo, es una elocuente muestra del torrencial talento no siempre bien encauzado de Danis Tanovic. Con un espíritu coral que aborda la tragedia desde la sátira y con evidentes pretensiones alegóricas en sus planteamientos, Tanovic recupera para la causa formas del añorado Robert Altman para acometer una tarea ciertamente ambiciosa como es enclaustrar en un hotel de lujo venido a menos no sólo las corrompidas esencias de toda la sociedad bosnia sino de Europa entera. Con dos narices: los bajos del hotel están ocupados por la mafia en una sombría discoteca con casino, podredumbre a tope donde no hay el menor problema en atizar una paliza a un trabajador que pretenda liderar una huelga contra la empresa en quiebra. Contra el sistema, en definitiva, que deja de pagar y aún así exige servidumbre.

Estamos en el 28 de junio de 2014, o sea, en el centenario de un atentado que provocó la Gran Guerra. En la azotea, una periodista da la voz a personajes que reflexionan sobre el ayer y el hoy con una Sarajevo al fondo reconstruida en la que brillan inútiles rascacielos. Abajo, los lóbregos pasillos acogen rebeliones, miedos, acosos. En un cuarto, un VIP ensaya un discurso diplomático que no interesa a nadie. El director del establecimiento, que vive de glorias rancias cuando por allí pasaban "U2" o Kirk Douglas, se afana en desactivar la huelga a tiempo que se propasa con su recepcionista jefe, metida en un dilema cuando su madre, que trabaja en la lavandería, pasa a ser la cabecilla de la huelga. Sentimientos, necesidades. En guerra. La película rebosa de ideas, de sugerencias, de preguntas. ¿A quién dispararía hoy Gavrilo Principe? ¿Era un terrorista o un héroe nacional? Alegorías, reflexiones, dilemas inquietantes sobre un país que no ha cerrado sus heridas, y que el director despliega con cámara elegante y fluida por plantas que simbolizan las distintas capas de miseria de una sociedad que, como el hotel, empieza a ser ingobernable. Es una pena que a Tanovic se le vaya la mano en algunos golpes de humor sin gracia, en algún exceso didáctico y maniqueo, en una tensión sexual entre la periodista y un nacionalista serbio armado y, sobre todo, en una forzadísima resolución a tiros de uno de los conflictos que no da en el blanco.

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