Tino Pertierra

Crítica

Tino Pertierra

La naturaleza del amor

Brillante como documental, cojea por su floja historia romántica

Hay dos películas dentro de Sicixia. Una de ellas es muy interesante. La otra, bastante menos. Una es un documental puro y duro: un ingeniero de sonidos recorre la Galicia profunda para capturar con su micrófono las voces secretas de su tierra. La cámara de Ignacio Vilar se mete en las conversaciones de la gente para que los escuchemos al natural, se aproxima al lenguaje de las olas, merodea a los pescadores y ronda a los recolectores de marisco, pone el oído cerca de las artesanas del palillo y se queda muy cerca de las charlas de bar mientras el vino une y reúne. Se cuela en una cocina donde casi se puede oler la comida y asistimos a procesiones y jornadas en la lonja. El sudor y la fiesta, la cara y la cruz, las confidencias y las quejas. El día a día de la gente anónima y también la música de la naturaleza, a veces agresiva y a veces acogedora. Siempre bella en la Costa Da Morte. Incluida la que hay bajo las aguas, de donde surge, como una figura mitológica con traje de submarinista, una mujer que actuará de guía y también de compañera de sentimientos sumergidos, no tanto ocultos como esquivados. Y ahí, en la irrupción de la ficción en forma de historia de amor, es cuando la película pierde parte de su interés No al principio, no cuando los silencios entre la pareja cautiva se vuelven elocuentes en los espacios de libertad por los que se mueve, no cuando los roces empiezan a significar algo más que un simple contacto casual, no cuando las miradas se evitan y se buscan en cuestión de segundos, en cuestión de latidos cada vez más acelerados. No cuando se comparten unos cascos para disfrutar de una intimidad de sonidos excitantes. Pero una vez que las pieles se deciden a dar el primer paso, y el primer beso impone sus reglas, la película se parte en dos y mientras la parte documental mantiene su interés (salvo cierta escena cantarina un poco forzada), todo lo relacionado con la pasión desatada de la pareja (a pesar del encomiable trabajo de Castiñeiras y Lado) sigue un planillo de tópicos y lugares comunes, incluidos tres momentos de sexo desaforado (cama, monte, piscina) rodados siguiendo pautas más propias de un cine facilón. El meollo potente de Sicixia pierde fuerza y el guión se precipita hacia un desenlace tremendista de palizas, broncas y comas rematados con una larga secuencia submarina (hermosa, sin duda) que parece puesta ahí para alargar el metraje y aprovechar lo que se rodó bajo el mar.

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