Esperando al camión

A ver. Es normal que te entren dudas si te dicen que vas a ver una película en la que dos únicos personajes hablan y hablan y hablan en un almacén vacío sin más mobiliario que una mesa y una máquina de fichar, y en compañía de unas hormigas entrañables para uno de ellos. Pero las imágenes empiezan a circular con fluidez sin que pese el origen teatral, los dos actores resultan convincentes y hacen naturales los diálogos, y los pequeños golpes de efecto dramático van agitando la historia justo cuando hay peligro de monotonía. Y Almacenados se convierte poco a poco en una pequeña gran película en la que el humor bordea el surrealismo y el drama nunca se desboca sino que permanece siempre agazapado entre el hastío y la derrota.

Recordemos a Samuel Becket. Aquí nadie espera a Godot. Aquí se espera un camión. El veterano encargado del almacén lleva años sentado pacientemente, fichando antes de tiempo porque la máquina está estropeada y esperando a que llegue un camión con mástiles que nunca llega. Viendo cómo pasa el tiempo como un mástil. Impertérrito. Profesional de cuerpo entero cuya mayor diversión es barrer. Pero entonces llega un muchacho a sustituirlo y en cinco días debe enseñarle todo lo que sabe. O sea, prácticamente nada porque nada hay que hacer en un trabajo que no existe. Vamos a lo que vamos, dice, repite el señor Lino. ¿Cada cuándo llega un camión?, pregunta Nin, ¿qué clase de padre puede llamar Nin a un hijo? Un padre muerto o que lo abandonó, el chico no se aclara. Llega cuando llega, responde don Lino. Y solo hay una silla así que Nin se queda de pie. El primer día, al siguiente trae una de casa y Lino le mira estupefacto. ¡A él nunca se le ocurrió! ¿Qué tal se venden los mástiles?, pregunta Nin. Se venden, sino no se fabricarían, contesta el filósofo Lino, que no se da cuenta aún pero su mundo de 39 años consagrado a una empresa que se ha olvidado de él se empieza a derrumbar. "Aquí vamos a lo que vamos. Es un sueldo fijo, ¿estamos? Estas son las reglas, ¿estamos?" Un trabajo que es un error, un sin sentido. Pero está feliz: el amo de la empresa le felicita cada Navidad y además va a recibirle para la despedida, ¿estamos? Nin interviene para que ese encuentro sea algo más que protocolario. De alguna forma, ese hombre mayor podría ser el padre que no tuvo, aunque se divierta pisándole sus hor(a)migas. Y un día...

Sería una pena que Almacenados se marchara de vacío de Gijón, ¿estamos?

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