Devolvedme el reloj

No deja de ser irónico que una película con tanta miseria humana dentro se titule Glory. En realidad, es una marca de reloj. Un reloj que para su propietario es mucho más que un objeto que marca las horas. Forma parte de su vida, es un símbolo de su dignidad y de ahí su desesperación cuando se lo arrebatan para darle otro más moderno que se estropea al poco tiempo como premio a una decisión que en un mundo inmoral se considera una heroicidad. El planteamiento recuerda las fábulas realistas de Frank Capra pero la ejecución no tiene nada que ver: Tsanko Petrov, un hombre solitario en situación harto precaria ganándose la vida con la limpieza de las vías del ferrocarril, encuentra un dineral en una de sus jornadas. Lejos de plantearse quedarse con la pasta, que podría sacarle de la miseria, lo entrega sin vacilar a las autoridades. Para premiar su sorprendente gesto, el Estado le premia con el ultra moderno reloj que se estropea en un abrir y cerrar de ojos. ¿Y qué pasó con el suyo? Julia Staikova, jefa de relaciones públicas del Ministerio de Transporte, se lo extravió. Y ahí arranca el conflicto porque Petrov inicia una inesperada cruzada para recuperar lo que era suyo (su "Glory") enfrentándose a un poder político y mediático que no comprende por qué ese tipo al que han intentado convertir en símbolo del deber cívico les planta barbuda cara. La realidad es que ese gesto enaltecedor de los políticos oculta un interés mezquino por ocultar sus bajos fondos, sus corrupciones, su deshonestidad. "Glory" se convierte entonces en una punzante mirada hacia el cuerpo podrido de unas autoridades búlgaras que recurren a una ambiciosa y despiadada vendemotos para ocultar sus vergüenzas. Es una pena que los muchos aciertos de la película, rodada con una cálida paleta cromática en contraste con su interior gélido y desapacible, cometa errores burdos como la subtrama de los intentos de Julia por quedarse embarazada siguiendo un tratamiento de fertilidad que la obliga a inyectarse en los momentos más inconvenientes, o la rapidez a todas luces excesiva con la que se da un brusco giro a la forma de pensar y actuar de esa misma mujer. A veces hay demasiado mensaje obvio que desarma las mejores armas de la película, brillante cuando expone a su atribulado personaje principal al circo mediático (memorable el momento en el que le entrevista la televisión y se descubre que es tartamudo) y especialmente demoledora en ese final radical y peleón en el que la tragedia no se ve pero se siente, implacable y fiera.

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