La mitra serena y España

Ricardo Blázquez, presidente, y Cañizares, vicepresidente, afrontan un duro trienio con Osoro relegado en Madrid

Las elecciones en la Conferencia Episcopal Española (CEE) han dejado resituados, con diferente fortuna, a los dos últimos arzobispos de Asturias: Jesús Sanz y al anterior, Carlos Osoro, cardenal arzobispo de Madrid.

Osoro, que ha sido presentado repetidamente con la vitola del "hombre del Papa en España", no sólo no ha sido elegido presidente de la CEE, sino que ha perdido la vicepresidencia que ostentaba y que será asumida por un repuesto Antonio Cañizares. Será el primer arzobispo de Madrid que no alcanza la presidencia de la CEE en su medio siglo de existencia.

Sus hermanos en el episcopado ya habían dado muestras de frialdad con la suerte de Osoro en su reciente regreso de Roma después de que Francisco le impusiera la birreta de cardenal. Ha quedado de manifiesto su desgaste, no sólo el aireado entre el clero madrileño, sino también en el corazón de los obispos, temerosos además de que el amigo del Padre Ángel acaparara demasiado protagonismo y concentrara en sí mismo excesivo poder.

Como presidente ha sido elegido "un tal Blázquez", de aquellos tiempos de su llegada a Bilbao, que goza de todo el reconocimiento "ad intra". Sin ser enérgico, el arzobispo de Valladolid, profesor y pastor, se manifiesta clarividente, brillante teólogo y más parecido al Papa Francisco, más misericordioso, afable y eclesial que el propio Osoro, en el decir de quienes tratan a ambos.

Antonio Cañizares, vicepresidente, completa el tándem que sale como cabeza de esta "Iglesia en salida" en una España inestable e inquietante. Aquel cardenal que dejó Toledo para irse a uno de los dicasterios romanos en la línea de Benedicto XVI, tan intelectual, se ha vuelto más social, ahora sí, en la onda de Francisco.

En cuanto a Jesús Sanz, ha sido elegido miembro de comité ejecutivo, el máximo órgano de gobierno entre las asambleas plenarias. Osoro también forma parte del comité, pero no por elección, sino por estatutos, como arzobispo de Madrid.

Sanz Montes, que entra en el comité ejecutivo tras un tiempo sin cargos en la CEE, formó parte de los obispos promovidos por Rouco y ha pagado su precio. Pero es el arzobispo más joven de España, con 62 años. Su conservadurismo, de sólida formación, se ha moderado desde su llegada a Asturias y el titular de Oviedo ha recibido un apoyo fraterno, un aliento en plena la batalla judicial contra los exmiembros de Lumen Dei.

En el trienio que ahora arranca, y en el que Jesús Sanz sólo tiene que esperar, Blázquez y Cañizares, en los umbrales de la jubilación, deben encarar años complejos para la Iglesia de España, por las reformas vaticanas que llegan y la necesidad de reforzar su peso específico ante los desafíos que se avecinan. Podemos, socialistas y hasta Ciudadanos guardan en sus agendas la nueva ley de Educación, la financiación, impuestos, la eutanasia, la revisión de los acuerdos con la Santa Sede y una retahíla de medidas con la Iglesia como blanco.

Blázquez, el rostro amable, es el obispo sereno que a nadie provoca rechazo. Con una discreción en la que algunos ven debilidad, trabaja en perfecta sintonía con Francisco. A Cañizares le corresponde el papel de defensor y guardián de la Doctrina de la Fe, de hablar de España, del "imperio gay" (una idea de la que se arrepintió) y de la ideología de género.

Blázquez y Cañizares administrarán el "hospital de campaña" que debe atender a una ciudadanía en una sociedad secularizada que de forma mayoritaria, con sus contradicciones, galas drag y sus autobuses, aún se siente católica.

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