Crítica

La música que evoca y conmueve

Las visitas del director ovetense Pablo González siempre aseguran empresas sinfónicas de altura

Las visitas del director ovetense Pablo González en el podio de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA) siempre aseguran empresas sinfónicas de altura. Y el programa de la orquesta de esta semana, en Gijón y Oviedo, no fue una excepción. La OSPA retomó así sus conciertos de abono tras su última participación en el Festival Musika música en el Palacio Euskalduna de Bilbao. Y nada menos que con el poema sinfónico "Don Quijote" de Richard Strauss, que descolocó a una parte del público en la primera parte del programa. Ciertamente, el Strauss de "Don Quijote" es el Strauss más avanzado. Así se comentaba por los pasillos durante el descanso del concierto del viernes. Esta obra impulsa la imaginación del oyente a través de las aventuras del ingenioso hidalgo, con todo su poder sonoro. Strauss legó una partitura de gran inventiva tímbrica y armónica que, por sus atrevidos efectos descriptivos y novedoso diseño, no dejó indiferentes desde su estreno en 1898.

Este "Don Quijote" supone todo un reto para cualquier orquesta y director. Lo es por las intenciones descriptivas y el componente emotivo que subyace en un discurso sonoro que se reelabora continuamente, a partir de unos temas musicales representativos, y con libertad de imaginación. En este sentido, la interpretación de la OSPA, con González al frente, fue in crescendo, tras cierta rigidez inicial. Strauss logró calar en el público con su densidad de medios sonoros, al servicio de un discurso musical con profundidad dramática, como imprimió González en una OSPA flexible y expresiva. En primera fila estuvo el violonchelista Maximiliam von Pfeil, uno de los últimos fichajes en las filas de la OSPA, para encarnar al caballero manchego. No en vano, importantes solistas han contribuido a que el "Don Quijote" de Strauss sea una de las grandes obras del repertorio en las salas, mientras su concepción original se orientó hacia el formato de concierto para violonchelo.

Así, Maximiliam fue el caballero valiente, en una versión en la que los enfrentamientos del hidalgo, el viaje aéreo imaginario o el encuentro con su Dulcinea, fueron momentos imprescindibles. El chelista alemán destacó por su ímpetu al instrumento, con amplitud sentimental, para ser arropado por sus compañeros de viaje, especialmente la viola de Vicente Alamá (para dibujar a Sancho Panza), así como los chelos, las trompetas o el clarinete, solo por citar algunas actuaciones destacadas.

En la segunda parte del concierto, más Strauss: el maravilloso poema místico, "Muerte y transfiguración" de 1888, que Strauss compuso en su juventud. En esta obra acompañamos a un enfermo en el dolor de su sufrimiento, con sus recuerdos, en una música evocadora, como explicaba la musicóloga Gloria A. Rodríguez en las notas al programa y en la conferencia previa al concierto. En la OSPA, nostalgia y agitación se combinaron para una interpretación de fuerza irreductible, hasta la liberación del alma final. Así lo tuvo en cuenta González, en una versión emotiva, para sostener esas curvas de pura materia sonora, con riqueza de timbres y texturas. Tampoco faltó otro de los autores más transitados de la temporada: Mahler, en esta ocasión con el "Adagio" de su "Sinfonía incompleta", de otra sobriedad musical, y en la que cruza cierta melancolía de carácter hiriente que se acentuó en la interpretación. Por tanto, una OSPA para evocar y conmover, en una labor sinfónica de altura, que lideró, de nuevo en casa, Pablo González.

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