Personal shopper quiere ser tantas cosas que, al final, no es nada que valga la pena. Solo un revoltijo del que se salva, bien por ella, el trabajo sentido y convincente de una Kristen Stewart que aguanta como una campeona el peso de una cámara que no la deja en paz y ni siquiera protesta por un par de desnudos más bien innecesarios. Se supone que hay una historia de terror, pero cuando aparece en escena un fantasma hecho con efectos digitales de andar por casa ya no hay forma de tomársela en serio. Hay también una parte de "thriller" con asesinato sangriento incluido tan precipitada como incongruente, una larga sucesión de conversaciones escritas en el móvil, una presunta exploración del mundo superficial y pringoso del lujo y la moda y reflexiones pictórico literarias sobre la muerte y el más allá.

Los saltos de un género a otro sin desarrollar ninguno medianamente bien y algunas incoherencias en el personaje de Stewart in vitan a sospechar que Assayas cogió ideas de proyectos distintos y las pegó de mala manera. Sus admiradores verán en esa chapuza una genial manera de demoler géneros. La película es bastante aburrida en líneas generales y tiene un remate bastante ridículo escenarios exóticos. Menos mal que el último plano es todo para Kristen Stewart, que se esfuerza por transmitir lo que su director es incapaz de desarrollar.