Crítica / Danza

Joya del romanticismo

El Ballet Nacional de Cuba ofrece una representación de "Giselle" clara y fiel al original, con una Viengsay Valdés que luce una espléndida madurez

Lo bueno de "los clásicos" es su permanencia e inspiración perenne. Fueron creados para la eternidad. Nunca me canso de verlos. Al contrario, la mayoría de ellos, cuanto más años pasan más valores les encuentro. Así me ocurre con "Giselle" (1841), una hermosa historia que surge a partir de un flechazo entre una campesina y un duque. Jules Perrot y Jean Coralli junto con los ajustes de Marius Petipa, convierten este ballet y sobre todo el acto blanco en una joya de la coreografía del romanticismo, una obra maestra.

La representación que vimos el viernes estuvo a cargo del Ballet Nacional de Cuba, que al igual que le pasa a la tiranía comunista que oprime a la isla desde 1959, sufre una decadencia y deterioro constante. Hace unos días vi en Madrid su deficiente "Cascanueces". Menos mal que en Oviedo presentaron "Giselle", que es su trabajo más cuidado y mimado.

Este ballet requiere un estilo romántico impecable, además de una genuina capacidad interpretativa. Al principio el duque Albrecht parece buscar sólo la diversión. Si bien, la pureza e inocencia de la bella campesina termina conquistándole. En el segundo acto, Giselle, convertida en espíritu, pertenece al fantasmagórico y misterioso mundo de las Wilis que piden venganza para los hombres que las traicionaron. Ya nada queda de aquella ingenua aldeana, pues en pocas horas había experimentado el amor, la traición, la locura y la muerte. Sin embargo, Giselle, a pesar de sus trágicas experiencias, sigue llena de amor, por lo que ante el arrepentimiento de Albrecht, únicamente le mueve el poder del perdón y salvar a su amado.

La versión fue clara y fiel al original. Prevalecen los característicos acentos de la escuela cubana y sus peculiaridades en el vestuario del primer acto. En el foso "Oviedo Filarmonía" dirigida por Giovanni Duarte interpretó la composición de Adam. El personaje protagonista fue representado por Viengsay Valdés que se encuentra en un momento de espléndida madurez. En el primer acto, maravillada ante el descubrimiento del amor y golpeada por la fatal desilusión de la traición, estuvo rigurosa sin excesos expresivos, alternando ternura con tristeza y desesperación. Se pudieron advertir buenas cualidades en los hombres solistas. En el segundo acto Viengsay, conmovida por el dolor, penetra en la esencia etérea realzando maravillosamente el lirismo poético de las figuras románticas. Con su seguridad y espectacular técnica, se dedica a vivir el baile a plenitud. Detallista e intensa, acentúa cada paso obsequiándonos con evoluciones extras que nos deleitan y evidencian su talento y virtuosismo. ¡Bravo Viengsay! Patricio Revé es un jovencísimo bailarín, elegante y con estupenda línea. Su Albrecht evidenció sus méritos y buenas dotes técnicas. Termino cintando el buen hacer de Ginett Moncho como la implacable Myrtha, así como el de las Wilis que logran un corpus coherente lleno de belleza.

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