La televisión engaña. La fama que se fragua exclusivamente en este medio es efímera y poco fiable; si bien puede tener su réplica natural en redes sociales y en la radiofórmula, pocas veces supera la prueba de los conciertos. Le pasó hace un mes a Luis Fonsi, quien a pesar de estar sonando constantemente con su "Despacito" en todos lados, no consiguió llenar el palacio de los deportes en su visita a Gijón. Esta semana le sucedió lo mismo a David Bisbal, que congregó a la mitad de público que el portorriqueño en el mismo aforo. Un público entregado, sí, pero escaso para lo que cabía esperar.

Si hay un artista en España que haya forjado su carrera en la televisión, ese es sin duda David Bisbal. "Triunfito" de primera generación, rápidamente destacó tanto por su salero y sus piruetas como por sus escarceos amorosos con Chenoa (recientemente recordados en el programa revival). Ahora, la televisión vuelve a ser su tabla de salvación para estar en el candelero, no ya como concursante, sino como juez de concursos de nuevos talentos. El almeriense sale de gira este verano y, consciente del éxito de su paso por "La voz kids", decide enfocar el concierto como un show televisivo.

Eso fue lo que vimos el pasado viernes, un espectáculo más televisivo que musical, lleno de momentos efectistas y afectados hasta lo kitsch. No fueron tanto las luces y las pantallas como la estructura, la puesta en escena y los contenidos del concierto. La gestualidad de Bisbal es constante y superlativa, exagerada e impostada; una hipérbole que le resta credibilidad: guiños, besos, golpes en el corazón? el repertorio es infinito.

En lo musical, hubo de todo: empezó con energía, encadenando dos temas de su último trabajo mientras se deshacía en saludos a diestro y siniestro. El concierto fue en general intenso, pero intercalando baladas e incluso un set acústico en la mitad, y dejó para el final lo más desconcertante: una traca de grandes éxitos en la que "Lloraré las penas" sonó con una bajada de tonalidad tan acusada con respecto a la grabación que era difícil de identificar, "Torre de Babel" lo hizo en su versión reggaetón, y "Ave María" quedó deslucida en los escasos agudos que decidió encarar el cantante.

El concierto contó además con invitados especiales, ambos concursantes de "La voz kids". Primero salió a escena Edgar, para cantar "Quiero perderme en tu cuerpo", y en la recta final fue el turno de Carlos Alfredo, que entonó "Mi princesa" junto a Bisbal en un dúo difícil de concertar por la lejanía de los timbres de ambas voces. Pero, como en todo buen espectáculo televisivo, lo mejor quedó para el final; el bis fue un medley remix con fragmentos de las canciones más conocidas que ya habían sonado durante la noche, y que podemos equiparar al resumen de los mejores momentos de cualquier programa mientras aparecen los títulos de crédito.