Crítica / Música

Voces de primera fila lírica

El reparto de "Il Trovatore" se luce en la sesión del viernes, bien flanqueado por el Coro de la Ópera de Oviedo

Los "Viernes de ópera" de la Ópera de Oviedo tienen un halo especial que atraviesa el Teatro Campoamor, con un público entusiasta, más joven, que acude a escuchar el reparto alternativo de la función lírica que, como sucedió esta semana, conquistó con "Il Trovatore". En el elenco del viernes lució imponente Agostina Smimmero, como la atormentada Azucena, que dominó el escenario desde su canzone "Stride la vampa", con la belleza sonora que inunda la escena que abre el acto segundo, con todo el patetismo con que Verdi vistió el papel de la gitana. La mezzosoprano se impuso con su exuberancia de medios, también al inicio del tercer acto, entonces presa la gitana, de fiero carácter, con una voz de tintes oscuros, sugerente en su timbre, y a la vez poderosa y de medios flexibles.

La soprano Meeta Raval fue otro pilar del elenco del viernes, y se impuso plenamente en el cuarto acto como Leonora, tras una cabaletta de presentación resbaladiza por su fluidez melódica, mientras Verdi rompía esquemas líricos convencionales en el dúo de la dama con su confidente Ines; ésta en la voz de María José Suárez, que pudo apenas lucirse por el volumen de la masa orquestal. Así, de Raval fue el último acto, demostrando la soprano que el papel encaja con sus características vocales, de medios exquisitos, para la riqueza de dinámicas y efectos expresivos ("Tacea la notte placida"). Leonora escucha con estupor a Manrico desde la torre, prisionero, mientras se suman las voces de la plegaria. Todo ello dio lugar a una de las escenas de mayor belleza, también en la producción, que fue de menos a más en su planteamiento escénico, a cargo de Joan Anton Rechi, por la integración y el uso plástico de los recursos en la escenografía.

Luis Cansino fue un Conde de Luna contundente en su papel vocal; se le oyó cómodo en la piel del noble al servicio del príncipe de Aragón, ya desde su entrada, y a pesar de que el terceto de final de primer acto quedó deslucido por desajustes del conjunto. El barítono sobresalió en la escena que protagoniza el conde en el acto segundo, con toda la belleza y extensión melódica del aria, mientras se densificaba la textura orquestal, hasta la cabaletta ("Per me ora fatale"), que Cansino defendió con firmeza de caudal de voz. Además, hay que destacar esta escena por su energía en la parte musical para cerrar el acto, con Ramón Tebar en el foso al frente de Oviedo Filarmonía, y con los dos corazones enfrentados por Leonora, en medio del tenebrismo que se revela ante los ojos inspiradores de un paseante de excepción: Francisco de Goya. Hasta el suplicio de la dama noble del cuarto acto, en un dúo con la soprano en el que también destacó Cansino por su flexibilidad vocal, para desembocar en la muerte de Leonora en el terceto con Azucena y Manrico en la escena final, con una Meeta Raval estremecedora.

Por su parte, Antonio Corianò, que encarnó al trovador, sobresalió por el ímpetu vocal que requiere Manrico, ya en el dúo con Azucena del segundo acto, si bien se le escuchó limitado en el agudo, como en la romanza "Desert sulla terra". De Manrico fue la escena y aria que cerró el tercer acto, logrando los mayores aplausos en la famosa cabaletta "Di quella pira", heroica y brillante, en contraste con la anterior cavatina ("Ah sì, ben mio"), de otra ternura en el diálogo amoroso con Leonora, y donde el tenor sonó forzado en la evolución del fraseo de la página. Hay que destacar aquí la intervención de Jorge Rodríguez-Norton como Ruiz, para impulsar la acción, afirmando Manrico ser hijo de la gitana. Seguramente, el mejor momento de Corianò el viernes fue el dueto con Azucena del acto final, por la riqueza y la solidez de su línea de canto en esta parte de la ópera.

El Coro de la Ópera de Oviedo se mostró impecable desde que pisó el escenario, junto con Dario Russo, como Ferrando, para introducir la historia de venganza del conde y la gitana en su racconto "Di due figli vivea padre beato" de efectiva interpretación, al menos hasta la última parte, con las modulaciones del aria y ese fraseo más breve ("Abbieta zíngara") que Verdi emplea en "Il Trovatore". Así, el coro ofreció una actuación de elevado nivel, muy estable, y con momentos para el recuerdo como el conocido "Coro de zíngaros", con las voces masculinas de la Ópera en estado de gracia. En suma, un reparto equilibrado, con voces para ocupar primeras filas.

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