El nazismo regaló a Estados Unidos un científico del máximo nivel que ayer puso pie en Oviedo poco antes de las dos menos cuarto de la tarde. Rainer Weiss, uno de los galardonados con el premio "Princesa de Investigación", se mostró tan educado en su llegada al hotel de la Reconquista que no quiso moverse hasta que cuatro gaiteros y tres tamboriteros hubieron concluido la pieza con la que le recibieron. Nacido en Berlín hace 85 años, pero afincado en Norteamérica desde su infancia al huir su familia del régimen de Hitler, arribó acompañado de su mujer, Rebecca, quien evidenció mucha satisfacción pero también unas notables dificultades para moverse, con la ayuda de una muleta. Entre la docena de curiosos que observaban se percibía muy poca presencia de personas mayores, quizás asustados por los toques de queda ambientales. Rebecca llegó ataviada con una gabardina violeta, acaso alertada de que aquí llueve mucho, pero no se sabe cuándo.

Barish es uno de los tres científicos a los que se ha concedido expresamente el premio Nobel, junto a Rainer Weiss y Kip Thorne. Los tres recogerán, este viernes, el premio "Princesa de Asturias" de Investigación Científica y Técnica. Profesor emérito del Instituto de Tecnología de California, Barish llegó a Oviedo a las siete menos cuarto de la tarde, en compañía de su mujer. Tras ser recibido por la directora de la Fundación, Teresa Sanjurjo, el físico norteamericano realizó una valoración del hallazgo anunciado poco antes. "Hemos alumbrado una nueva ciencia a partir de la observación de este evento", afirmó Barish, a preguntas de LA NUEVA ESPAÑA, reivindicando además los rápidos avances de la astronomía de ondas gravitacionales inaugurada con la cooperación científica LIGO.

"Sólo hace dos años que captamos las primeras ondas gravitacionales, y ahora hemos visto el mismo fenómeno a través de telescopios. Algo muy vibrante que está pasando en nuestro universo", reflexiona Barish. Y es que esta experiencia ha desterrado las dudas sobre la convivencia de la astronomía de ondas gravitacionales y la tradicional, asentada sobre la observación del cosmos a través de telescopios. Con el anuncio de ayer se inaugura de facto la llamada "astronomía multimensajero".

El investigador científico y divulgador asturiano Amador Menéndez Velázquez anticipaba el hallazgo este fin de semana, en las páginas de LA NUEVA ESPAÑA, explicando además por qué las primeras detecciones de LIGO se referían a colisiones de agujeros negros, pese a que hay muchas más estrellas de neutrones en el universo: "Las estrellas de neutrones tienen aproximadamente tres veces la masa del Sol, pero los agujeros negros pueden llegar a tener hasta treinta veces la masa del Sol. El choque de masas menores conlleva ondas gravitacionales menores y por ello más difíciles de detectar. En realidad las estrellas de neutrones tienen que estar aproximadamente diez veces más cerca de nosotros que los agujeros negros para que LIGO o VIRGO puedan detectar sus colisiones", afirmaba Menéndez.

La diferencia de masa explica, pues, por qué las primeras detecciones de LIGO, hasta cuatro en dos años, se referían exclusivamente a la colisión de dos agujeros negros. Barish incidía ayer, a su llegada a Asturias, en esta cuestión de la masa, trazando una expresiva comparativa: "Una estrella de neutrones es más masiva que nuestro Sol, pero no mucho mayor que Asturias. Por lo que es una materia muy densa".

El problema es que los agujeros negros, por su propia naturaleza, no emiten luz. Esto había impedido complementar las detecciones de LIGO con otros instrumentos. Pero las estrellas de neutrones sí lo hacen, además de que expulsan radiación gamma y, como se ha podido constatar, metales más pesados que el hierro, caso del oro y el platino. De ahí que haya sido precisamente con la fusión de dos estrellas de neutrones que se haya podido inaugurar la astronomía multimensajero, que anuncia un tiempo nuevo en la observación y el estudio del universo.

"Hay ocasiones excepcionales en las que, quienes nos dedicamos a la ciencia, tenemos la oportunidad de presenciar el principio de una nueva era. Esta es una de ellas", sentencia Elena Pian, astrónoma del Instituto Nacional de Astrofísica de Bolonia.