Gran periodista y memorable ser humano

El hombre que percibía la noticia antes de que se produjera

Un compañero en la más noble dimensión del término. Y un extraordinario periodista en la percepción de la noticia, la agudeza del seguimiento y la motivación de los equipos profesionales a sus órdenes. Julio Puente dirigió este diario con el pulso de un maestro y la calidad humana de una persona formada en el seno de las redacciones, compartidas desde muy joven con equipos que le enseñaron el oficio, hasta que llegó su turno de enseñar a los jóvenes desde la dirección, e imbricarlos en la experiencia de los veteranos. La cohesión y la buena armonía eran algunos de sus afanes, conseguidos generosamente, a partes iguales, por su visión informativa y su bonhomía. Vocacional nato, con tanta sensibilidad como autoridad, gozó en su trayectoria de la lealtad de quienes desarrollaban junto a él su talento, así como de la empresa editora.

Después de su primera etapa como redactor y redactor jefe de LA NUEVA ESPAÑA de Oviedo, dirigió "Faro de Vigo", el diario decano de España, y vino a Las Palmas para desempeñar el mismo cargo en "La Provincia", cabeceras todas ellas de Editorial Prensa Ibérica. Al cabo de seis años brillantemente cumplidos en la Isla, regresó a su tierra natal como director de la edición gijonesa del diario asturiano, y en estas funciones llegó su jubilación. Todo el arco de una vida de periodista, resumido en tres regiones y tres diarios que siempre mantuvieron vivas y activas las enseñanzas del compañero. También la afectividad de su carácter y su inagotable interés por las colectividades humanas a las que servía de manera intachable le vincularon a ellas con memorias e incluso nostalgias que nunca se apagaron. Siempre nos prometía volver a Gran Canaria en unas vacaciones y, por desgracia, no pudo hacerlo. La enfermedad tomó la delantera cuando, ya jubilado, anunciaba una pronta visita.

Grandote y con un poderoso vozarrón, Julio Puente percibía a veces la noticia antes de que se produjera, y celebraba con afable sentido del humor las primicias y exclusivas presentadas por su equipo. Era un periodista culto y popular a la vez, muy atento a las evoluciones y los cambios de la personalidad social y dotado de un instinto nato de las preocupaciones, las inquietudes y las esperanzas de la gente. Sin merma de su interés por las artes y el pensamiento, su gran afición era el deporte en general y el fútbol en particular. Sus crónicas futbolísticas fueron antológicas, aunque muy escasas en sus etapas de dirección. Celoso de la objetividad e imparcialidad que corresponden a un periódico independiente, no quería emitir opiniones personales que pudieran objetar la apertura del medio a todas las sensibilidades. Cuando no ejercía responsabilidades directivas desplegaba su vena crítica con fina ironía y magnífico estilo, para ofrecer una lectura inteligente de los hechos que interesaban a los lectores. Y entonces era un placer seguir sus juicios, tan grande como la confianza que merecía en sus etapas directivas.

En rigor, la agudeza y la bondad se repartían su talante con actitudes y expresiones de las que quedan en la memoria de cuantos las conocen o comparten.

Fue Julio un enorme profesional sin gesto alguno que antepusiera su manera de ser y de pensar a su respeto por los compañeros y especialmente por los lectores. Un periodista de pura raza, recta conciencia, serio y divertido, camarada memorable, fruidor de todos los bienes de la vida y presencia moral más allá de su adiós. Siempre le recordaremos con admiración y afecto, y así lo expresamos a su esposa, Noemí, a los hijos de ambos y a cuantos le estimaron en vida.

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